Le legalidad es el difícil camino que la sociedad recorre en su deseo de forjar una cultura próspera con la esperanza de alcanzar una justa convivencia.

La legalidad es la cultura que custodia el debido equilibrio entre la Libertad y el Orden, equilibrio cabalga en el progreso cuando estriba sobre la seguridad y la justicia.

A las naciones las mantiene vivas la justicia, y las debilita el abuso de los injustos.

El lindero entre el poder y la arrogancia es tan fino y delicado de mantener como el espacio que diferencia aquello que es Justo y lo que no lo es.

Vive la nación el momento más difícil de su historia. La gente debe encontrar solución a sus problemas o crecerá aún más la inconformidad, y si la bandera de la injusticia, aliada de conveniencia por dinero o coincidencia a la impunidad y los abusos cumple con sus destructores objetivos, la nación perderá la esperanza.

Las demandas de la actualidad son mayores a las que haya soportado presidente y gobierno alguno. Se legisla y se juzga a relativa conveniencia.

La mal llamada “Justicia Especial para la Paz”, es un instrumento concebido para garantizar impunidad al imperio de la ilegalidad del crimen organizado, y amenaza con injusticia inquisidora a todo aquello que impida abrir las puertas a la toma del poder por manos populistas y criminales, algo que se sabe, puede llegar por medio del engaño dialéctico del populismo democrático.

Hay que hablarle al pueblo con franqueza del problema que vive la justicia al haber sido suplantada por el instrumento fabricado para burlar el derecho humanitario, el orden constitucional, la voluntad popular y la debida imparcialidad que se ha perdido, por la enajenación de los principios esenciales del derecho que vive la justicia ordinaria.

La Paz no existe en un mundo inculto lleno de individualismos e intereses encontrados asociados al poder político y económico.

La Paz no es un ideal alcanzable ni real en donde impere la injusticia. La convivencia solo se logra dentro de los linderos de la seguridad física y jurídica, de las personas, de la inversión y los medios de producción.

La irresponsable promesa de “La Paz” debilita el espíritu y la necesidad de lucha por la sobrevencia.

No es justo hablar de paz con ilusión, ni con lisonja, mientras la gente paga a cuenta de la injusticia.

La Paz es el juego con que los perversos engañan con su cobardía a los débiles.

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Redacción Minuto30

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