Es solo cuando las noticias nos obligan a tornar nuestras miradas a latitudes de otra forma desconocidas o cuando el pánico generalizado nos produce ese escozor que la incertidumbre aporta a la tranquilidad diaria, es cuando nos hacemos concientes de las realidades que día a día matizamos entre la farándula, los encuentros deportivos o el disfrute de la vida diaria, la misma que debería ser una preocupación frecuente y responsable que nos generaría por lo menos oportunidades de cambio y no la pendiente acelerada hacia la hecatombe en la cual nos avecinamos en la actualidad.

El tema en boga, es el desastre tormentoso que está viviendo nuestro pulmón verde, y si, nuestro; porque a pesar de estarse presentando esta situación en el Brasil, es gracias a esa densidad arbórea que podemos los ciudadanos del mundo, percibir el oxígeno que nos permite la vida. El Amazonas produce el 20% del Oxígeno mundial y pertenece también al 40% de nuestro territorio, dos razones poderosas para declararnos responsables de esa vasta extensión de suelo forestal que es deber preservar.

La avasallante destrucción del bosque en el Amazonas a causa de los incendios que se han incrementado de forma absurda en el último año, alcanzando un 80% más casos que el año anterior y consumiendo de forma aterradora la riqueza del bosque y la fauna allí presente; nos lleva a preguntarnos, acaso ¿esto es una responsabilidad única y exclusiva de un país o de algunos dirigentes? Claramente la elección que hacemos en cada uno de los actos legislativos tiene un peso importante dentro de las acciones que se presenten en un territorio; claro está que las directrices gubernamentales tienen un peso ponderante en lo que deparará el futuro de los ciudadanos, pero como bien reza el argot general, si nos pasamos la vida lamentándonos y exigiéndoles a los demás cambios sin iniciarlos en nosotros mismos, ¿qué podríamos esperar después?

El cambio climático es una realidad HOY, pero queremos matizarla a través de paños de agua y otras excusas diarias que sabemos apropiar en aras de evitar nuestra responsabilidad en algo que es evidente. Si cada ciudadano del mundo generara un cambio mínimo en sus hábitos de consumo, en sus hábitos de vida, no tendríamos que estar lamentándonos ahora y esperando el hito que acompañará al desenlace final para una tierra que dadivosa nos ha dotado de todo lo necesario para subsistir pero que abusivamente hemos esclavizado, alineado y destrozado con nuestro egocentrismo, egoísmo e indiferencia.

De vivir usando paños de agua tibia o negando la realidades, vamos a terminar condenando el futuro a una oscuridad desgarradora que no tendrá misericordia ni con humanos ni no humanos.  En redes sociales es común encontrar mensajes solidarios con la situación actual, mensajes de personas que difunden, pero que continúan abusando del consumo cárnico que tanto daño ha hecho a la frondosidad del bosque en las praderizaciones que le roban espacio a la vida y a biodiversidad, o las mismas personas que continúan con el mal uso de recursos, abuso de plásticos, del agua de consumo, que no siembran ni una “suculenta” o se dedican únicamente al “disfrute” de una vida sin conciencia, sin importar el futuro de los demás.

Vemos realidades donde ni los dignatarios como el presidente Bolsonaro o el presidente Duque (en nuestro país), han entregado mayores atisbos de conmiseración, preocupación o acciones concretas que den frente a la situación actual y donde el reclamo airoso del dignatario francés, E. Macron, ante el burgomaestre Brasilero, genera en vez de un acto de autoevaluación del mismo, un malestar que raya con la falta de vergüenza de un dirigente que no se conduele con los recursos, la selva, la vida y la humanidad.

Hay muchos textos, documentos, videos que nos relatan la realidad del bosque colombiano, y la forma como se consume la selva de manos de los poderosos: Ganaderos o cultivadores de Palma Africana que llenan sus arcas pero a consta del futuro de toda la humanidad.

Leía unos relatos muy interesantes y veía un trabajo visual de Tatiana Pardo del Tiempo, con un título escalofriante: “Adios a la selva”, donde es posible observar la increíble devastación de las zonas verdes colombianas que se teje al interior del corazón mismo de la Amazonía, áreas totalmente mordisqueadas, en departamentos como el Guaviare cuyo timón es guiado por dignatarios que se han encargado de su propio pecunio de menguar la riqueza natural de nuestro país, a través de la apropiación de terrenos para el cultivo de la Palma Africana y el crecimiento de sus arcas.

En el 2018, la Amazonía Colombiana recibió el carácter de “Sujeto de Derechos” de manos de la Corte Suprema de Justicia gracias a la sentencia 3460-2018 que fue producto de una demanda de tutela interpuesta por un grupo de 25 niños y jóvenes Colombianos preocupados por el planeta que les vamos a heredar; gracias a la Sentencia, se obligó al Ministerio de Ambiente y la Presidencia de Colombia a generar de un plan de acción para impactar en una zona altamente deforestada, para evitar que continúe este lamentable proceso y la corresponsabilidad con los departamentos que comparten jurisdicción en el Amazonas, todo ello, en aras de tomar con acciones frente al Cambio climático; Sin embargo, todo sigue en el papel, el PACTO INTERGENERACIONAL POR LA VIDA DEL AMAZONAS COLOMBIANO, está frenado, se han vencido los términos y a los accionantes no los han vuelto a convocar.  Esta pasividad gubernamental, nos tiene en Jaque frente a las realidades medioambientales.

Colombia, es el cuarto país que generó mayor deforestación en el mundo para el 2017, en el día, 25 hectáreas de bosques son consumidas por los grupos de poder que buscan ampliar las zonas de pastos para la ganadería, el cultivo de especies no autóctonas que afectan la realidad verde de Colombia, la usurpación de suelos para la minería y los cultivos ilícitos. Todo el bien individual, afectando el bien común.

En Palabras de Carolina Urrutía: “perder un árbol del bosque tropical implica afectar un mínimo de 50 relaciones ecológicas con insectos, aves, mamíferos y microorganismos”.

Esa es nuestra realidad, la del Amazonas, la de Brasil, la de Colombia y el mundo entero. ¿Qué vamos a hacer con conciencia desde nuestra propia corresponsabilidad?

Podemos hacer muchas cosas, si disminuimos el consumo de carne (mejor aún si se saca de la mesa), si usamos el transporte público y el transporte ecológico, si abolimos los pitillos, si sembramos árboles, si premiamos la vegetación en casa, si usamos cepillos de bambú, si mantenemos nuestros termos para evitar uso de plástico en los negocios, si ahorramos agua , si reciclamos, si reusamos, si no abusamos del consumo.

Si nos preocupamos un poco más por la tierra que nos ha dado todo e intentamos rescatar lo que aún queda de ella, podríamos contar por lo menos con la esperanza de que la generosa Pacha Mama lograra condonarnos y evitarnos el fin anunciado de esta especie, la más depredadora que la tierra pudo conocer.

¡La responsabilidad es de todos!

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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