La Corte Constitucional, en la reciente sentencia 041 de 2017, le dio dos años de plazo al Congreso de la República para legislar sobre los espectáculos en donde se maltratan y matan animales, y que están excepcionados de ser conducta punible por la ley 1774 que penaliza el maltrato animal.

Ese “legislar” en teoría supone que el Congreso tiene que seguir la línea de jurisprudencia constitucional que la misma Corte ha venido imponiendo para considerar cada día más a los animales como seres sintientes, sujetos del básico derecho a no ser torturados.

Quienes pretenden perpetuar la crueldad por diversión disfrazada de tradición no han dudado en buscarle esguinces a esa jurisprudencia proponiendo proyectos de reducción del tamaño de aquellos elementos utilizados para herir y matar el animal, pensando que con eso tal vez la ciudadanía pensaría que ya el animal no sufrirá, o sufrirá menos, sin embargo es claro que para una víctima es lo mismo morir de tres que de cuatro puñaladas, o con un cuchillo de 10 o 12 cm.

Así las cosas las posibilidades planteadas en el terreno se centran en un proyecto de este tipo o la prohibición de estos espectáculos, el debate no será fácil y quienes defendemos la vida y la no crueldad esperamos de corazón, esto último.

Ahora bien, los aliados de la tortura animal tristemente tienen poder en el Congreso y la suerte de los inocentes pasará por las urnas, o elegimos un Congreso sensible y en contra de la barbarie, o elegimos un Congreso indolente y egoísta que piensa que una criatura abrió los ojos al mundo para que otros decidan su triste fin en medio del jolgorio.

De no lograrse la prohibición, surge una alternativa planteada por el representante a la Cámara, el antioqueño Nicolás Albeiro Echeverry Alvarán, qué tal vez si podría conseguir las mayorías en un proceso de tire y afloje de la fuerzas en el Congreso de la República, como es prohibir todos aquellos elementos lacerantes y de muerte en esos espectáculos, es decir, si sus promotores decidieran realizarlos bajo esta nueva legislación, no podrían ni siquiera tocar al animal, no habría ni una sola gota de sangre.

Valoro profundamente su posición honorable congresista, lo apoyo decididamente para que estos espectáculos desaparezcan, pero si no es posible, de todas formas tendrían que renunciar, los amantes de estos degradantes espectáculos, a algo que para ellos es fundamental, la Sangre y la Muerte.

La ciudad de Quito demostró que la tauromaquia se acaba con sólo quitarle la crueldad.

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Redacción Minuto30

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