Las violentas protestas a lo largo y ancho del país han estado en el centro de los medios internacionales. En un exitoso intento por romantizar el vandalismo y el terrorismo, las protestas que alguna vez comenzaron como una desaprobación a la Reforma Tributaria, se han ido convertido en un miserable y cobarde ataque orquestado hacia las instituciones públicas del país.

El Ministro de Defensa Diego Molano, ha culpado recientemente a las FARC y ELN como los autores intelectuales de los violentos ataques selectivos contra la Policía y las Fuerzas Militares. Nada sorprendente considerando cómo el propio ELN admitió su participación en el vil ataque a la policía nacional, ocurrido en el paro nacional del año pasado.

Por si fuera poco, el presidente Lenin Moreno de Ecuador manifestó que «Las organizaciones de Inteligencia de Ecuador han detectado la grosera intromisión del dictador Maduro, de las manos sangrientas, corruptas de ese dictador, en lo que está sucediendo en este momento en Colombia», quizás una explicación clara y lógica de los repugnantes y atroces ataques vividos en el país, tales como pretender quemar vivos a policías en Bogotá.

El presidente Iván Duque, se ha caracterizado, en sus casi tres años en el poder, por un espíritu democrático y pragmático, a pesar de los intentos desesperados de la oposición por desacreditar su labor. A pesar de la previsible impopularidad que causaría una medida tal como una reforma tributaria en el medio de una pandemia, el interés de Duque respondía a la responsabilidad fiscal de un estadista. El FMI afirmó que Colombia gastó el equivalente al 4,1% de su PIB en medidas de auxilio, tras la fuerte contracción económica provocada por la pandemia (-6,8% en 2020, según cifras del DANE).

Si no fuera por las políticas del gobierno Duque, la estadística pudo haber sido mucho peor, en particular gracias a los programas de ayuda que apoyan a los hogares vulnerables, tales como Familias en Acción, que apoya a las familias mediante transferencias monetarias condicionadas para la salud y la educación, o Ingreso Solidario, beneficiando a más de 3 millones de hogares en todos los municipios del país con ayudas económicas.

Con una gigantesca caída en la recaudación tributaria, como se preveía durante la pandemia, los programas de auxilio previamente mencionados, se han finado con recursos obtenidos mediante el aumento de la deuda pública, con la intención de posponer lo máximo posible la reforma tributaria. Por estos motivos, una reforma que incremente el recaudo fiscal de la nación y la sostenibilidad de las finanzas públicas no eran una opción sino una necesidad; de lo contrario un efecto dominó de bajo crecimiento, alto desempleo y extrema pobreza en los próximos años vendrá de manera inevitable.

Teniendo en cuenta que a escasos 15 meses separan a Duque de dejar la presidencia, uno podría imaginar que no tendría prisa ni necesidad en presionar una reforma para el ajuste fiscal de este año, por el contrario, continuar con la creciente herencia política de endeudamiento público y dejar el problema a su sucesor. En cambio, Duque arriesgó su capital político a cause de logros tales como: El promover y ejecutar el presupuesto educativo más alto en la historia de Colombia, el mayor aumento de salario mínimo en los últimos 25 años, correspondiente a un aumento del 6%, la reactivación de más de 20 obras de infraestructura del programa Cuarta Generación de Concesiones Viales de Colombia (4G), la mayor reducción de cultivos ilícitos de cocaína en los últimos años, al tiempo que regularizó, de una manera heroica a los casi millones de migrantes venezolanos indocumentados que llegaron a Colombia huyendo de la crisis en Venezuela.

Manteniendo la responsabilidad fiscal, y anteponiendo los intereses del país a su propio legado en el cargo, Duque en un acto políticamente suicida, trató de construir un consenso sobre una reforma tributaria que pudiera arreglar el desequilibrio en las cuentas del estado evitando un daño mayor sobre las finanzas de las familias colombianas. Desafortunadamente para él y para el país, la oposición liderada por el siempre insatisfecho Gustavo Petro, generó en la población la falsa imagen de él como un presidente irresponsable e incapaz, hecho que llevó a la ciudadanía a tomar las calles.

Al igual que cuando Kennedy decidió invadir Cuba a través de la Bahía de Cochinos, lo que resultó en un completo y terrible fracaso, o cuando Churchill, como Canciller de Hacienda, volvió a establecer a Gran Bretaña en el patrón oro, un factor importante en la siguiente Gran Depresión; Duque puedo haberse equivocado en el cuando y el como de la reforma tributaria, pero al igual que los éxitos posteriores de Kennedy y Churchill, la historia posicionará a Duque como el estadista joven, honesto y brillante que condujo al país a través de esta crisis.

Despojado de cualquier tipo de orgullo, retiró el proyecto de ley tributaria propuesto en el Congreso, y creó una mesa de diálogo con los líderes de la oposición y miembros de la sociedad civil para formar consensos, todo esto manteniendo una dureza implacable con los terroristas y criminales que han arrasado las calles de Colombia en estas mal-llamadas «protestas pacíficas».

La opinión del autor de este espacio no compromete la línea editorial de Minuto30.com

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Redacción Minuto30

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