Como toda ciudad capital, Bogotá se ha caracterizado por tener múltiples problemas en materia de movilidad, medio ambiente, desarrollo urbanístico y hasta los más sonoros y lamentables casos de corrupción. No obstante,  ninguno de los anteriores problemas se iguala con el miedo que sentimos cada uno de los habitantes de la capital en las calles, en el servicio público, en nuestros barrios y lugares de trabajo. Para los bogotanos y aquellos que no los son pero que viven en la capital, la inseguridad está en el primer puesto de nuestras preocupaciones cotidianas.

Y es que vivimos en una ciudad donde el 57% de los habitantes nos sentimos inseguros según la última encuesta de “Bogotá Cómo Vamos”. Esta misma encuesta determinó que el hurto simple, el hurto a celulares y el atraco son las acciones delictivas más comunes dentro de Bogotá sin una solución real en el corto plazo y mediano plazo. Es más, cada 5 minutos un ciudadano es víctima de un hurto según la Personería Distrital. Probablemente cunado usted haya terminado de leer esta columna ya tendremos una nueva víctima.

Los que vivimos en Bogotá hoy le tememos al espacio público. Creemos que entre más rápido lleguemos a nuestras casas menos tiempo estamos expuestos al atracador, al hampón y -para las mujeres- a los manoseadores que son el pan de cada día en el transporte público. Llegamos a este punto luego de un centenar de políticas públicas fallidas, de administraciones improvisadas que nos decían que la mejor opción para que no nos robaran era “evitar sacar el celular en la calle” mientras que omitían su labor de garantizar seguridad en Bogotá.

Fallamos al pensar que solamente con el pie de fuerza se resolverían todos los problemas o que la creación de la Secretaria de Seguridad iba a encaminar un modelo de ciudad segura. Fallaron las administraciones a tal punto que la insatisfacción ciudadana llego a tomar justicia por mano propia, mientras que la prensa se nutría de titulares entre riñas y linchamientos. Sin embargo, no se nos puede olvidar una cosa; Bogotá como ciudad siempre se levanta…

Se levantó de la Toma del Palacio de Justicia en 1985, se levantó de la bomba del Espectador en 1989 y que decir del atentado a la Escuela General Santander a principios de este 2019, donde a una sola voz los habitantes de la capital rechazamos el terrorismo una vez más. Bogotá es una ciudad que siempre se levanta de sus peores problemas.

Para mitigar la inseguridad no existe una receta mágica pero se puede empezar por atacar los factores generadores de escenarios de inseguridad. Se atacan con embellecimiento del espacio público, políticas de cuidado y control en cooperación con la comunidad. Se garantizan con la creación de cárceles en alianzas público privadas donde el criminal pague y la excusa del hacinamiento sea un cuento del pasado, además con jueces diligentes y efectivos que castiguen severamente al reincidente. Y se sostienen implementando la tecnología en los casos de identificación y desarticulación de bandas.

Estamos cansados de padecer el viacrucis de la inseguridad en Bogotá.

@DanielPBayona

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Redacción Minuto30

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