Familiares de las víctimas de una masacre de hace 17 años asisten a un funeral colectivo en Bojayá, departamento del Chocó (Colombia).. EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda

LA CEREMONIA

Casi un centenar de féretros, 49 cafés donde están los cuerpos de los adultos y 50 blancos en los que se encuentran los de los menores, fueron traslados a primera hora desde el auditorio de Bojayá, en el los fiscales y los forenses le explicaron la semana pasada a los familiares cómo fue el proceso de identificación, al polideportivo de esa población.

Allí se adecuó un altar improvisado en el que sobresale el «Cristo Mutilado», como se le conoce al Cristo de Bojayá que perdió piernas y brazos en la explosión, y guardado durante varios años hasta que fue restaurado y en 2017 bendecido por el papa Francisco cuando visitó Colombia.

En el escenario deportivo, los familiares también instalaron un cartel gigante en el que se leía «Las víctimas de Bojayá, descansen en paz» y debajo de él pusieron los féretros, cada uno de los cuales lleva un portarretrato con los nombres de los fallecidos y algunos de ellos con fotografías de los que murieron en la matanza.

La ceremonia comenzó con una eucaristía oficiada por monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de la Diócesis de Quibdó, capital del Chocó, quien estuvo acompañado por el presidente de la Comisión de la Verdad, el sacerdote jesuita Francisco de Roux, y el sacerdote Jesús Albeiro Parra Solís, que en la época de la matanza era el director de la Pastoral Social, entre otros.

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Redacción Minuto30

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