Esta semana el país fue testigo de un aberrante hecho, de los tantos que pululan a lo largo y ancho de nuestro territorio y que, como siempre, generaron la indignación momentánea de todos los que por redes sociales o medios de comunicación lograron enterarse de la noticia.

Milagros, como decidieron llamarla, en la esperanza de un final de ensueño, fue una perrita que generó protagonismo al ser víctima inocente de una grave agresión por parte de algún sociópata desalmado que, utilizando con total sevicia un arma blanca, la atacó sin importar su estado de gravidez, propinándole una herida en su vientre y dejando incrustada el arma en su cuerpo, prueba fehaciente del salvajismo. ¿Qué puede llegar a oscurecer el corazón de algunos mal llamados seres humanos?

La pobre Milagros, inocente y sin entender la razón de la brutal afrenta, buscó ayuda. En su afán de madre por salvar a sus cachorros, deambuló por las calles, encontrando por instinto un hospital en la ciudad de Ocaña al cual, sin saberlo, llegó con tino a solicitar ayuda para ella y sus hijos. Esto generó asombro e indignación general.

La pequeña Milagros recibió la atención de galenos humanos, quienes no sólo la auxiliaron sino que la remitieron con premura a un centro más apropiado para ella, donde veterinarios pudieran brindarle un adecuado tratamiento. En vilo quedamos muchos de los que amamos a los animales, aguardando el desenlace ante la esperanzadora noticia de que el arma agresora no tocó estructuras vitales que pudieran afectar su vida. Sin embargo, un día después, nos encontramos con la desgarradora noticia del fallecimiento de ella y sus hijos. Una infección en la cavidad abdominal logró vencer sus defensas, seguramente por causa de la malnutrición que podría tener como habitante de la calle.

Miles de Milagros deambulan por las calles de nuestros barrios, de nuestras ciudades, de nuestro país. Sociópatas, como el que acabó con la vida de esta pequeña heroína, abundan también en nuestro territorio. Múltiples estudios han demostrado, con gran acierto, la relación existente entre el maltrato animal y la criminalidad hacia los de la misma especie: “Cualquiera que esté acostumbrado a menospreciar la vida de cualquier ser viviente está en peligro de menospreciar la vida humana” afirmó el doctor Albert Schweitzer, médico y premio Noblel de Paz.

Es doloroso ver la cantidad de casos de maltrato animal que evidenciamos de forma trágica día a día, en nuestra fundación hemos recibido cantidades de casos como consecuencia de situaciones que parecen inverosímiles: abusos a animales, heridas por arma corto punzante, apaleados y agresiones de todo tipo. En una ocasión llegó un perro al que le arrojaron fuego tras haberle esparcido combustible en su cuerpo, uno de nuestros rescatados perdió un ojo al ser extraído violentamente de un golpe en su cabeza. A Murcy, una criollita que tuvo mucho que ver en la vida de nuestra organización, le fue cercenada su médula espinal de un machetazo, dejándola imposibilitada para deambular, Murcy estaba grávida como Milagros, pero afortunadamente logró salvarse, cosa que no pudieron hacer sus cachorros.

Las organizaciones y personas comunes, que trabajamos por estos seres, hemos intentado buscar en Colombia un endurecimiento de las leyes que abordan el tema del maltrato hacia los animales, incluso ORCA lideró por años una marcha por la reforma a la ley vigente en ese entonces, buscando mejores posibilidades para los animales. Lastimosamente, actividades cruentas que son respaldadas por algunas élites de la nación, como el coleo y la tauromaquia, impiden que se dé la rigidez que deseamos a las penas a maltratadores de animales. Además de que en algunas latitudes del país aún hay autoridades que toman como algo irrisorio las denuncias de acciones que atentan contra los animales.

La ley 1774 de 2017 mejoró en muchos aspectos el mal llamado código de protección animal o ley 84 de 1989 tras veintiocho años que tuvo éste de vigencia. Hubo éxitos y promesas como el estatus jurídico para los animales que pasaron a ser reconocidos como seres sintientes, al igual que la responsabilidad que endosa a la colectividad la obligación de proteger a los animales en todo aquello que afecte su bienestar.

Personalmente, considero que el problema requiere un cambio de raíz, donde inspiremos desde la niñez el crecimiento de una nueva sociedad que busque la armonía, no sólo entre congéneres sino también inter especies, que permita a todos los integrantes del orbe compartir en un ambiente común, enmarcado por el respeto hacia todos. La cátedra de respeto hacia los animales es una necesidad imperante, que no sólo llevaría a un mejor futuro para ellos, sino para toda una sociedad que se libraría de sociópatas y criminales que se gestan desde niños, agrediendo a animales que son víctimas silentes de su curiosa maldad.

Rezaba el gran pensador Gandhi: “El progreso y desarrollo moral de un nación se evidencia en la forma en que son tratados sus animales”. Señores legisladores, vuelvan sus ojos a los proyectos educativos que aporten al crecimiento integral de una sociedad que se va forjando en medio de todo este conflicto de intereses que estamos sobrellevando como país. La Cátedra de respeto por los animales ayudaría no sólo a alcanzar la dignificación de los animales y devolverles sus derechos al cobijo de la legislación actual, sino que a su vez permitiría la llegada de nuevos ciudadanos, más conscientes, más respetuosos con la vida, con las demás especies y con los propios humanos.

Por una sociedad libre de maltrato animal: no más Milagros.

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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