¿Y el entretenimiento para cuándo?

Me dirán irresponsable por lo que voy a decir, pero ya es hora de autorizar la reapertura de cines, teatros, bares y hasta discotecas. Eso sí, con las máximas medidas sanitarias para clientes y locales y con aforos controlados, como muy bien lo ha manejado y autorizado el Gobierno Nacional en otros sectores económicos.

Después de ver el incremento de casos de Covid-19 durante los primeros 17 días de junio, en los que el país pasó de 30.493 casos y 969 muertes a 57.046 casos y 1.864 fallecidos, parecería una locura pedir la apertura de lugares de reunión y concentración de personas, como cines, bares, teatros y discotecas, pues lo más lógico sería continuar exigiendo cuarentenas, pese a que ya se ven ciudades agolpadas de personas, como cuando no existía el coronavirus; sin embargo, es necesario garantizar el equilibrio entre la salud y la economía, ya que también comenzamos a ser testigos de otras problemáticas asociadas a la crisis generada por la pandemia, como desempleo, suicidios por problemas económicos o violencia intrafamiliar por situaciones que se agudizaron con el confinamiento.

Está bien que debamos seguirnos cuidando del Covid-19, claro, como también nos debemos seguir protegiendo de otras enfermedades contagiosas; es más, tenemos que ser cada vez más exigentes con los protocolos y los cuidados para evitar el contagio de una enfermedad con la que ya debemos convivir. No obstante, ya es hora de que estos negocios del entretenimiento tengan la posibilidad, así como la han tenido los centros comerciales, de abrir nuevamente, insisto, con las medidas de seguridad sanitarias necesarias, y así recuperar miles de empleos directos e indirectos que se han perdido en este sector económico por cuenta de la pandemia.

Los ingresos económicos de las salas de cines se desplomaron en su totalidad, pues están cerradas desde antes de decretarse la cuarentena nacional el pasado 25 de marzo, mientras que los de los bares y discotecas se redujeron a unos cuantos domicilios de cocteles y comidas, los cuales apenas llegarán a representar el 10% de los ingresos habituales de cuando estaban en pleno funcionamiento.

Por su parte, los artistas que viven de su talento, como los comediantes, actores de teatro, DJs o cantantes de discotecas, por citar algunos ejemplos, hoy ya suman pérdidas que van desde los 15 hasta los 300 millones de pesos de tres meses de cese de actividades comerciales.

Y no puedo dejar de pensar en aquellos ciudadanos que viven del rebusque en las afueras de cientos de estos lugares con ventas de caramelos, cigarrillos, perros calientes, entre otros, pues son compatriotas que hoy están, literalmente, aguantando hambre porque dejaron de percibir su sustento semanal producto de las ventas en las trasnochadas de los fines de semana.

En ese orden de ideas, es necesario pensar en la reapertura de estos establecimientos con aforos menores al de su capacidad total, determinados por las autoridades locales con base en el comportamiento del virus en su respectivo municipio o ciudad, y con controles estrictos de horarios de ingreso y salida para evitar concentraciones.

Para cines y teatros el aforo podría ser del 60% con el debido distanciamiento en sillas y filas -los usuarios del Metro ya nos demostraron que es posible-, mientras que para bares y discotecas se podría determinar una ocupación entre el 30% y el 50% de su capacidad para garantizar la distancia entre las mesas y para que las parejas o los amigos, que ya han bailado durante la cuarentena en su casa, lo hagan en el mismo lugar donde está la mesa.

Como lo dije desde el principio, es hora de darle la oportunidad a este importante sector económico de la ciudad y del país, que mueve millones de empleos y billones de pesos al año, de reactivar sus negocios, pues, al fin y al cabo, nadie estará obligado a visitarlos y quien lo haga, que lo haga bajo su responsabilidad, como cuando visita actualmente un supermercado o un centro comercial, lugares en los que también hay decenas de personas desconocidas pero que ingresaron bajo el control de las medidas sanitarias exigidas y con aforos limitados para evitar las conglomeraciones de antes.