Paz es una palabra hermosa e inspiradora y significa el estado de no perturbación o inquietud proveniente del justo actuar y del equilibrio, así como en el contexto de las naciones, la finalización y liberación de la guerra y la violencia. La paz es la consecuencia de la justicia, la tranquilidad que da el dar a cada cosa el lugar que merece, así como la consecuencia del bien.

Sé que se ha escrito mucho al respecto, pero considero que se debe limpiar este concepto y sustentar con hechos de realidad y razones coherentes la necesidad de hacer ajustes en la sociedad colombiana para que la Paz sea viable; con tranquilidad, sin tantos sinsabores que a la fecha no son más que la consecuencia de la injusticia, de que en el proceso para conseguirla se persigan también vanidades personales o poder; de tergiversar la verdad, de la incapacidad para disentir o reconocer maduramente puntos en común, del abuso a los términos ¨derecha, izquierda y oposición¨ que solo dividen más; es la consecuencia del adueñarse de conceptos o ideas, de politizar las ideas y los mecanismos, de la falta de conciencia para reconocer los errores, de la falta de pedir perdón resarciendo, de la falta de perdonar y de poner a cada cual en el lugar que corresponde para que empiece a jugar un nuevo papel como ciudadano en la sociedad colombiana.

La Paz en Colombia, abarca mucho más que los acuerdos firmados entre el gobierno Santos y las Farc. Recuerdo que en 2016 me di a la tarea de estudiar con el mayor detalle posible (a pesar de la falta de tiempo y los compromisos laborales) las cerca de 300 páginas de estos acuerdos, antes del plebiscito, y sobre estos, aparte de escribir un pequeño libro al respecto, concluí como ciudadana, que hacía falta hacerle ajustes que permitieran una reintegración a la vida civil de los alzados en armas y autores de delitos graves, sí generosa, pero que honrara más a las víctimas y que protegiera a los Colombianos de un populismo basado en palabras bonitas, discursos enardecidos e ideologías de resentimiento social que ya se han escuchado desde principios del siglo pasado y que sabemos que no son sostenibles ni moral ni económicamente y que tampoco se acomodan a lo que necesita la Colombia de hoy.

Siempre he considerado acertada y bien intencionada la postura del presidente electo Iván Duque, de Marta Lucía Ramírez y de muchos colombianos de diversas ideologías y partidos, de hacerle cambios a estos acuerdos, no significando esto ser enemigo de la Paz, lo cual es una acusación cobarde e irrespetuosa sino el luchar por una Paz digna, que no relativice la verdad ni la moral, que no amenace la institucionalidad y que no pase por encima de la democracia. Una paz que honre a los colombianos que sufrieron durante tantos años el terror de la guerra, las mutilaciones, la pérdida o desapariciones de sus familiares, los delitos contra la mujer, los dramáticos daños medioambientales y los costos a la infraestructura impactada por cobardes atentados criminales.

Una Paz digna, pues lo que más deshonra a las víctimas, que hemos sido la mayoría de los Colombianos, no es la flexibilización de la justicia, esto se puede aceptar si es necesario para conseguir el cese de hostilidades y el fin de la guerra, y por eso se creó la Jep (que en mi opinión es válida pero que debe tener ajustes, que no debe ser una rueda suelta que no esté regulada por los entes máximos judiciales del país para garantizar así la objetividad y la no manipulación y que debe tener una fecha de finalización para que así sea un mecanismo transitorio y eficiente, aunque el plazo sea por ejemplo de 20 años); lo que más desdora tampoco son las ayudas económicas para la reintegración a la vida civil de los reinsertados, eso también se puede aceptar como un acto generoso de tender la mano a quienes participaron de estos grupos guerrilleros y que por las razones de vida que hayan sido hayan cometido actos criminales.

Lo que si deshonra a las víctimas y a los colombianos es la tergiversación de la verdad, es como se ha vendido a los medios en el exterior que estos acuerdos son el sinónimo de la Paz y a la vez como se ha difamado de quienes queremos algo más justo como más ayudas para las víctimas y los colombianos más vulnerables en el campo; o de ciudadanos buenos que saben que la Paz depende del buen obrar en el día a día, de derrotar el robo, el engaño, la corrupción a pequeña y gran escala, la mentira, la injusticia, la mediocridad y no solamente de todo lo sufrido por este grupo criminal y los que aún quedan. Lo que indigna a los colombianos es ver como los victimarios relativizan las reglas y se hacen las víctimas y pretenden vivir de las ayudas de países extranjeros obnubilados con la romántica palabra Paz para recibir prebendas que ni siquiera han sido recibidas por las víctimas o por muchos colombianos con más mérito y en busca de oportunidades. Es ver, por ejemplo, como el señor que se hace llamar Santrich se victimiza diciendo que su juicio por los delitos de narcotráfico después de la firma pone en riesgo la paz, cuando es todo lo contrario, pues ese juicio es precisamente la muestra de que, cosas buenas en los acuerdos como el aplicar la ley en caso de reincidencia si se están cumpliendo.

Indigna 1. El pretender mostrar el narcotráfico como un delito conexo al conflicto, conflicto que además no fue una guerra civil sino el combate de las autoridades contra grupos delincuenciales que por querer tener el poder y defender sus negocios ilícitos azotaban a la población más abandonada. Indigno es 2. Permitir la participación directa en política de la Farc sin antes haberse aclarado la verdad y sin haber pasado por sanciones mínimas reparatorias y haberles dado paso libre al congreso con 10 curules sin hacer refrendación popular cuando tanto Santos como De la Calle aseguraron reiteradamente que todo iba a ser refrendado por los colombianos y que no iba a haber curules gratis; este es un hecho real y doloroso teniendo en cuenta que estos espacios políticos deben ser ocupados por merito, competencias profesionales y voluntad popular. Curules gratis, como si fuera un premio a años de experticia en la criminalidad.

Poco conveniente también es 3. Otorgar a la Farc 20 emisoras para supuestamente hacer pedagogía de los acuerdos, cuando esta pedagogía debe hacerse por los canales institucionales convencionales que son muchos y debe ser administrada por el gobierno y sin sesgos ideológicos, pues no es difícil sospechar que en el fondo esta es una de las formas en que astutamente las Farc o la Farc ha querido garantizar el seguir haciendo proselitismo de ideología guerrillera en las zonas apartadas que el gobierno ha tenido históricamente descuidadas y en donde la población es más vulnerable. Estos 3 factores son en definitiva lo que más preocupa e indigna y lo que se debería cambiar en los acuerdos.

Duele mucho ver cómo estamos inmersos en una guerra ideológica y como se polarizó el país en torno a lo que es solamente uno de los muchos aspectos de la Paz en Colombia y todo por las Farc, quienes han sido el principal de los tres actores armados generadores de violencia y crimen (ya que sus ideales revolucionarios de sentido común se diluyeron hace décadas en la composición de organizaciones al margen de la ley que viven en pro de sus intereses económicos y de poder, sustentados en el narcotráfico y el secuestro, al igual que el ELN, y los grupos paramilitares). Polarización y división que no dejan ver la verdad con objetividad y claridad, incluso algunos sectores políticos han querido usar el infame asesinato a líderes sociales como una forma de atribuirlo a fuerzas ya sea de derecha o de izquierda dependiendo del lado en donde se identifiquen, cuando esto es en sí una medida de terror de los criminales aprovechada por estos acusadores divisorios que no hacen nada por atacar la raíz de ese mal. ¿A caso se merece esto Colombia?

La Farc y el ELN (que ojalá se sume al proceso de Paz) deberían tener a más que bien el no pagar cárcel por la mayoría de los crímenes y que puedan ser ayudados generosamente para su reintegración social y laboral como los colombianos que también son, en vez de no colaborar y darle más problemas al país.

En definitiva, por las razones concretas expuestas en este articulo y por el bien de Colombia, creo que sí se deben hacer estos ajustes a los acuerdos y cambios determinados en el actuar, de lo contrario es difícil que haya tranquilidad en los corazones para que se empiece a gestar Paz a través de una verdadera reconciliación.

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Redacción Minuto30

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