Tuve la oportunidad de educarme en colegios pertenecientes a la comunidad católica, incluso uno de ellos obedecía a la orden de los franciscanos, reconocidos por seguir la doctrina de su mentor: Francisco de Asís, sin embargo, a pesar de haber recibido muchos dogmas y aprendizajes que hoy por hoy agradezco, nunca tuve en mi formación algo que me orientara a mi o a mis compañeras a ver a los animales tal como Francisco los vio, seres iguales a nosotros con la misma identidad y que merecían de nuestra parte todo el amor del caso.

En este orden de ideas, y si rebuscara dogmas católicos en aras de generar controversia, podría encontrar un sinnúmero de frases y proposiciones que van en contra del maltrato hacia los animales y su consumo como forma de alimentación.

Sin adentrarme en profundidades bíblicas, tan solo en el Génesis en su ideal de paraíso, deja deslumbrar un espacio de armonía donde todos los seres conviven como vecinos que comparten una misma bienaventuranza terrenal, sin odios, usanzas y otras actitudes que pudieran generar perversiones ulteriores.   Génesis 1:30: “Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se mueve sobre la tierra, en que hay vida, toda hierba verde les será para comer: y fue así”

Para mí es controversial el hecho que, siendo el “no matarás” uno de los mandatos principales dentro de lo erigido en la religión, el hombre, alejándose de una visión geocéntrica o incluso teocéntrica, ha arraigado concepciones más HOMO céntricas que han traído consigo devastación, crisis y caos al interior de estos  510.072.000 km2 de superficie terrestre, en su afán de beneficio propio y de acaudalamiento, olvidando que esta tierra no le pertenece, que por el contrario es prestada y compartida con otras especies, todas de ellas con alguna función especial para el crecimiento y mantenimiento del mundo.

Así, día a día, vemos sendas batallas, conflictos y presiones colectivas en el afán de poseer vastas zonas de territorio, buscando controlar los recursos, sus riquezas y sus habitantes, dejando dentro de este mar de afectaciones a los animales en el medio, los cuales se convierten en inocentes víctimas, en testigos silentes y en otra especie de desplazados que luchan por sobrevivir en un mundo que cada día se vuelve más árido, no solo en sus terrenos sino también en sus emociones y afectos.

Abrí el contexto mencionando la religión, pues para mí ha sido complejo entender cómo muchos de los líderes mundiales levantan su mano airadamente para manifestar que la guía de sus acciones viene emanada de la forma como profesan la religión a la cual pertenecen y consideran su única verdad, y si algo he encontrado en común en todas las formas de cultos, ha sido el amor como base fundamental de sus principios, lo que me inquieta al pensar, ¿cómo es posible que quién ame, hiera? El egoísmo desenfrenado en las acciones ha ido arrebatando territorios a los animales y al medio ambiente, colocando en una posición de jaque al mundo entero. Es inconcebible ver grandes fanáticos religiosos deleitándose de los “plácemes” de la sangre al interior de una plaza de toros sin el menor asomo de conmiseración en su conciencia.

“El hombre que se jacta de conocer la voluntad de Dios y está dispuesto a cumplirla a toda costa, es el hombre más peligroso del mundo” reza en uno de sus libros Ken Follet.

Desplazamientos, asesinatos y todas las formas posibles de tortura y crueldad, que puede ser incluso INIMAGINABLE, se convierten en amenazas palpables para las pobres criaturas que no escogieron compartir el mundo con los seres humanos, pero que, en la nobleza que los caracteriza, se han convertido incluso en aliados solidarios que han prestado servicio, auxilio, amor y bienestar hacia aquellos que han sido sus verdugos. Los animales son seres que no merecemos.

El pasado cuatro de Octubre se celebró, como se ha hecho desde hace ochenta y nueve años, el día mundial de los animales, conmemoración que se realiza en muchas latitudes gracias a la iniciativa de la Organización Mundial Para la Protección Animal, que en 1929 la consolidó, y fue establecida en esa fecha por celebrarse el onomástico de Francisco de Asís, el Santo patrono de los animales en la religión católica desde el año 1980.

Francisco vivió en Italia y dejó todo lo suyo por dedicarse a ayudar a los seres vivos, incluyendo en ellos a los animales no humanos, se dirigía hacia ellos con el apelativo de “hermanos”, reconociendo la igualdad que nos identifica. Como todos los Santos, tiene algunas narraciones que relatan sus virtudes y entre ellas está la intervención realizada por él en Greccio, donde logró persuadir a un lobo de no atacar más a la población. Este Santo reconoció a los animales como seres que tienen una interdependencia con los humanos, la cual es gravemente afrentada cuando se atenta contra ella.

Siendo su vida la que compagina con la celebración de los animales, sería importante que los miembros de la religión católica fueran los abanderados de la defensa de estos bellos seres y fueran consecuentes en sus actos con la doctrina de uno de sus Santos. Promulgar el respeto por los animales, evitar la crueldad, las corridas de toros (como las que se realizan en algunos lugares en honor a la Virgen), cumplir con la consigna impregnada de amor al prójimo, entendiéndolos a ellos como mi prójimo.

Los animales son seres vivos, con necesidades, requerimientos, sentimientos y emociones que los hacen muy parecidos a nosotros. Compartimos la filogenética, descendemos de las mismas líneas ontogenéticas. Hay muchas razones para ser misericordes y compasivos con ellos, evitando todas las barbaries que a diario cometemos en su contra.  Si buscamos un mundo mejor, tenemos que empezar por profesar la armonía y el amor.

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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