Hoy conmemoramos 32 años del ocaso del Comunismo. Aquel 9 de noviembre de 1989, cayó al fin el muro que dividía, no solo a Alemania, sino a la civilización occidental de la barbarie bolchevique. ¡Cómo olvidar aquella famosa frase de Ronald Reagan “Mr. Gorbachov, tear down this wall!”, pero aún más, cómo olvidar aquellas potentes palabras de San Juan Pablo II ante sus connacionales, en la Plaza de la Victoria 10 años antes: “y grito yo… ¡descienda tu espíritu! ¡Y renueva la faz de la tierra! ¡De esta tierra!”.

La valentía de los grandes y la fuerza espiritual de la fe es la única capaz de derribar los muros más robustos. La Unión Soviética con todo su sistema deshumanizante, los Gulags, las prisiones y la persecución que dejaron más de 20 millones de asesinados, llegaron a su fin. Pero esta victoria sobre el Comunismo fue posible gracias a los valientes. Nunca podemos pretender que el mal estructural caerá por sí solo, nos corresponde plantarnos con la verdad para desestabilizarlo. Qué importante es recordar —guardar en el corazón— la historia de valientes que hicieron frente al Comunismo, como Jerzy Popiełuszko que nunca le negó la verdad a su patria, aún a costa de su vida. Gracias a él y al Papa viajero, el Comunismo también cayó en Polonia.

En la actualidad, estamos ante una variante del Comunismo que parece menor, que se deshizo de mucho de su contenido, pero que preserva su tensión violenta y deshumanizante. Esta ideología perversa se hace llamar progresismo, y con estrategias más sofisticadas que antes, pretende imponerse lesionando la democracia y anulando la dignidad de la persona.

El peor mal del Comunismo lo encontramos intacto en el núcleo de la ideología progresista actual: absorber a la persona en una colectividad, una masa violenta en la que el individuo solo es parte de un todo, pero que sin esa colectividad no existe.

Y nuestro país ya conoce el dolor que produce la violencia comunista, tan solo hace dos días conmemorábamos el atentado contra el Palacio de Justicia. Colombia sigue sufriendo el flagelo de una ideología que como antaño, repite su estrategia de “contra los cuerpos, la violencia; contra las almas, la mentira”. Se necesitan valientes que encarnen la verdad en nuestra patria, cada uno de nosotros tiene el deber moral de hacer frente a la mentira con la verdad, es mejor hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

@millaromerosoto

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Redacción Minuto30

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