Poner a un perro a hablar sobre iniciativas en política ambiental es algo inédito en cualquier campaña electoral presidencial en el mundo.

Esto que parece un acto de circo o broma de mal gusto de bodegas digitales adversas, fue lo que hizo con su equipo de campaña esta semana quien se auto proclama como humanista rancio, intelectual serio y aspirante impoluto al solio de Bolívar, al intentar buscar visibilidad en ese lodo pestilente de la política nacional.

Parece un asunto contradictorio que ese mismo humanista relegue mensajes de la agenda mundial liderada por científicos, investigadores, filántropos y altruistas a prevenir el capítulo final de la catástrofe climática provocada por el hombre en este periodo antropoceno, a una mascota.

Como si fuese incapaz él mismo de vencer su demostrada frialdad académica dolosa para dejarle ese trabajo arduo al estratega político de turno, que por supuesto, sale con la idea burda y simplona de poner a hablar a un lindo animal con artilugios audiovisuales, en vez de al candidato. En todo caso, Gaviria pasará a la historia como el humanista que buscó humanizarse con una mascota. El Esopo moderno.

El candidato debe ser muy incapaz, repito, para caricaturizar de esa manera un tema tan complejo que hoy, por ejemplo, tiene reuniéndose por todo el mundo al magnate y filántropo, Bill Gates, con industriales, bloques económicos, ambientalistas, científicos y un interminable etcétera de homo sapiens de las más altas calidades, para buscar métodos de conversión energética que le permita al ser humano reducir los 51.000 millones de toneladas de gases efecto invernadero que arroja al ambiente todos los años, si quiere evitar su extinción en 2050.

Pero no. El señor Gaviria le dejó el tema a su estratega y a su mascota, que para efectos del resultado son lo mismo.

Me resisto a creer que en todo este episodio en el que se infantiliza al elector y los contenidos fundamentales de la política, haya una tergiversación del Zoon Politikón, concepto desarrollado por Aristóteles para exaltar una actividad humana que nos llevó a convertirnos en lo que el filósofo griego llamaba “animal político”. ¿Entendieron en el cuartel de campaña de Gaviria lo contrario: político animal?

Al menos en los años setenta, el bárbaro Gabriel Antonio Goyeneche, lanzado como candidato presidencial entre 1958 y 1970, asumió él mismo los disparates que decía. Bien pudo poner a su animal predilecto, un asno o un caballo, a decir lo que dijo, como techar a Bogotá para evitar las molestias de sus aguaceros o pavimentar el río Magdalena para convertirlo en una gran autopista.

Si como vamos seguimos en materia política, ya no será solo la disolución de los partidos o el reemplazo de las ideologías por la simple y utilitarista táctica electoral, lo que lamentaremos como especie. Podríamos asistir a la claudicación de un ejercicio humanista por excelencia que le permitió al homo sapiens adaptarse como especie al cambio: la política.

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Redacción Minuto30

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