Nelson Hurtado Obando

El próximo 9 de marzo, los colombianos estaremos enfrentando un nuevo evento electoral. En muchos aspectos, será un evento igual a todos los que han ocurrido en años anteriores, las mismas arengas, las mismas cuñas publicitarias, las mismas pasiones y odios, que a lo largo de la historia nos han dividido y enfrentado, los mismos espejos retrovisores, con sus imágenes borrosas de “buenos y malos gobiernos” y las proclamas, sin alma, sobre el deber ineludible de ¡Salvar la Patria!

Nelson Hurtado O

Nelson Hurtado O

Desde la Constitución de 1991, hemos creído haber avanzado hacia un Estado Social de Derecho, democrático y participativo, pluralista, incluyente, solidario. Sin embargo, los famosos “indicadores de producto y de resultado”, de la gestión administrativa, nacional y territorial, no son los más halagüeños en las áreas de retroceso de la pobreza, el hambre, la exclusión, las inseguridades personal, política y jurídica, en los contextos de la seguridad humana y los objetivos del milenio.

Con no poca razón puede afirmarse, que no por realizar más eventos eleccionarios o que pomposamente se denominan por la jerga oficial, como de “participación ciudadana”, se está en escenarios de mayor y más sólida democracia participativa. La intervención sustancial de los ciudadanos en la gestión, orientación, desarrollo y control de la administración pública territorial fundamental, desde la comunidad municipal, es residual, por lo general confinada a tipos de foros, donde la comunicación gobierno-administrados, es unidireccional y lo peor, donde los administrados no son pares, desde el saber y el conocimiento, de los ejércitos de técnicos y expertos que despliega la administración para dar “legitimidad” a no pocas de sus acciones, las que finalmente terminan dizque “socializadas” y aprobadas por aplausos.

Ahora se trata de elegir senadores y representantes y a pesar de la “indignación-alkaseltzer”, que se levantó en Colombia, en los últimos años y frente a no pocos episodios de indignidad del congreso, por lo menos el 70 % de sus actuales miembros, resultarán de nuevo elegidos, pues el elector colombiano, no por su gran capacidad de perdón y olvido, sino por la moderna “resiliencia social”, o lo que es lo mismo por la amnesia que padece y que compromete hasta su dignidad humana, volverá a votar por los mismos, con las mismas, poniendo en movimiento la tesis de Lampedusa, que le enseñó a la humanidad que en el gobierno de los Estados, siempre debe procurarse que: “Todo cambie, para que nada cambie”. ¡Ante Lampedusa, Maquiavelo fue un príncipe!

En esta campaña electoral, más que en las anteriores, se ha desbordado todo límite racional; todos los aspirantes a una, se autoproclaman algo así como seres iluminados, depositarios de todo el bien y sobre todo, continentes de todo saber, conocimiento, llenitos de toda virtud, de todo arte y ciencia, olvidando que Platón enseñó que la ignorancia, no es un estado de carencia, sino de llenura.

Siempre he dicho, que los hermanos Galán y el señor Lara, a la muerte de sus ascendientes políticos, recibieron enorme “herencia electoral”, de la cual han derivado más réditos, ventajas y lucros, que de la misma herencia económica legal, que hubieren podido recibir.

Indignante, ofensiva, grave que el señor Lara, en su aspiración al congreso de Colombia, aparezca anunciando que las “casitas gratis”, son por obra y gracia de su empresa electoral, expresión de generosidad y buena voluntad de la gerencia de su “partido político”.

Pero otros van más allá. Otros políticos, han puesto su “MIRA” en el código civil y anuncian desparpajarlo, para ponerlo al servicio de sus propósitos electoreros, desconociendo la sistematicidad y la cultura jurídica legada desde los romanos y ahora nos prometen, otras “GUACAS”, que más han de ser como verdaderas “Cajas de Pandora”. Qué pobreza intelectual.

Otros ya no ofrecen ser “VOZ” del pueblo en el congreso, sino ser apenas “eco” y prometen reformas a las leyes en materia ambiental, que permitan cubrir quebradas urbanas de cemento y asfalto para hacerlas VÍAS para CARROS, con TALA de ÁRBOLES y siembra de ARBUSTOS, con partida presupuestal incluida.

Todos ahora ofrecen el “oro y el moro”. Todo es dádiva, abundancia, generosidad, despilfarro o como decía mi abuelo un “Ensillar sin traer las bestias”.

Elegir y ser elegidos, no solamente es un derecho, ello también impone deberes y muy profundos, pues están vinculados con la coexistencia vital, con la justicia, con la paz, con la seguridad humana, desde diversos ámbitos, con la DIGNIDAD HUMANA, con la existencia de la Patria, de la República, el Estado Social de Derecho y la Democracia.

Elegir, no es extender o girar un “cheque en blanco” a favor de los elegidos, para que giren lo que quieran contra la “cuenta corriente”, que los ciudadanos tenemos en el “banco de los derechos y libertades civiles y políticas” y de los Derechos Fundamentales y subjetivos que cada uno tiene.

Si hay algo claro en el escenario político del 9 de marzo de 2014, es que estas elecciones son trascendentales para el futuro de la Patri colombiana y en especial para el futuro de los actuales y próximas generaciones de colombianos. No somos ajenos a la corriente “mesiánica”, “redentorista” que recorre a Latinoamérica, la misma que ha hecho de la pobreza, el hambre, la incultura y la exclusión, el más importante “capital político”, en el entendido que para hacerse al poder, solo basta tener adormecidas a las masas irredentas, a través de “casitas gratis, subsidios, becas, internet, TIC, redes sociales, power point, guacas…”, no importa que no dispongan de agua potable, alcantarillado, energía, NI SERVICIOS de SALUD, a lo que es significativa la tragedia humana que hoy vive por ejemplo Camila Abuabara, que está muriendo, segundo a segundo, por la insolidaridad y la indiferencia, misma tragedia que ya han padecido miles de colombianos frente a las EPS.

Juró que ante este caso y el de muchos otros colombianos, YO VOTARÍA, por aquél candidato al congreso, que me prometiera que en el “PRESUPUESTO del PECULADO NACIONAL”, incluiría un rubro para atender en salud, casos de “situación de urgencia”, “especiales situaciones de urgencia”, “urgencia manifiesta”, como se hace respecto de la construcción de obras públicas, en el país de la tala, el hierro, el asfalto y el cemento.

Con razón están felices los candidatos al congreso, pues aspiran a recibir el 9 de marzo de 2014, los réditos del “TLC”, (Teja, ladrillo y cemento), al menos Lara, ya pasó su cuenta de cobro por televisión. ¡Qué esperanzas las que tiene Colombia, con los personajes de la “Nueva Política”!

Uno no entiende, como los ciudadanos colombianos, se muestran desbordamente agradecidos, con alcaldes, gobernadores y parlamentarios, por el hecho de la construcción de una carretera o una escuela, en sus comunidades, como si dichas obras públicas fueran producto de la bondad de los políticos y gobernantes, como si fueran actos de su generosidad, propios de esa “inteligencia mayor” que creen tener, como si fueran seres especiales, escogidos de dios, ángeles guardianes de la humanidad y no obras fatalmente construidas en desarrollo y cumplimiento de las funciones y obligaciones del Estado colombiano a todo nivel y construidas con la platica de todos los colombianos: grandes empresarios y trabajadores. Los servicios públicos, las obras públicas, la vivienda digna, la redistribución de la riqueza, no son actos de generosidad de ningún político, ni de ningún gobernante, sino la realización práctica, real y efectiva de los deberes funcionales de los servidores públicos del Estado, en aras del cumplimiento de los principios, fines y valores del Estado Social de Derecho, en el cual el hombre es el eje, el fin, no el medio.

La gran mayoría de los colombianos, estamos en este momento en un estado de ambivalencia, febril, como de amor y odio frente a la tragedia actual venezolana; de un lado a muchos nos alegra la crisis en el solar ajeno, la crisis de la “republiqueta del S.S. XXI”, fase superior del “chavismo”, pero de otro lado, muchos no la deseamos para Colombia y no obstante, muy “indignados”, abrazamos el “lampedusianismo o gatopardismo” a la colombiana, algo así como: “perdiendo también se gana”. Deseo estar equivocado, pero espero que el 9 de marzo, cada ciudadano colombiano, en su cubículo, antes de “rayar la cara” de algún candidato, le de “play” al video venezolano que tenga “grabado” en su memoria o en su conciencia.

Excepto algunas pocas propuestas en materia de servicios públicos, de comunicaciones, de mínimo vital, las demás son un festival de “magos e ilusionistas”, discursos huecos, risibles, mentirosos como aquellos que fuera de todo contexto, prometen generar empleo desde el Estado, a sabiendas que el Estado no podrá engordar su burocracia y que desde la economía de mercado, el Estado colombiano ha creado todas las condiciones fiscales, para que como le compete, sea el sector privado productivo el que cree esos puestos de trabajo, lo que tampoco se ha logrado, por los procesos de destrucción-innovación, cuya base tecnológica, al contrario, automatiza procesos de producción, con enorme desplazamiento de mano de obra.

Deseo que el 9 de marzo, los colombianos VOTEMOS, con coherencia, con sentido de comunidad, con honradez, con responsabilidad, con visión global, pues no estamos libres de padecer, lo que sucede afuera de nuestros linderos parroquiales, desoyendo todas las voces democráticas de Latinoamérica, que se han alzado para decir cómo languidece la democracia en el continente y cómo las repúblicas, terminan convertidas en meras “republiquetas”, casi todas sin administración de justicia, sin justicia, sin salud, sin empleo y otras…hasta sin mar.

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Redacción Minuto30

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