Durante la historia el ser humano ha pervertido muchos conceptos y hechos con consecuencias desastrosas. Pero la perversión más nefasta es el socialismo y comunismo que cometió primero Lenin en Rusia, luego Mao en China y Castro en Cuba y ahora insisten Chávez-Maduro, Morales, Ortega, Kirchner y otros tantos políticos populistas y manipuladores que persiguen intereses personales.

Antón Toursinov

Hay que tener en cuenta que el socialismo obtiene su desarrollo “científico” en los trabajos de Carlos Marx quien, aunque se equivocó en muchos postulados suyos al basarse en las falacias lógicas, habló del camino evolutivo del socialismo y advertía (¡!) de la imprudencia de la revolución en los Estados que no han llegado a su fase superior del capitalismo (generación de bienes y recursos económicos) que se transformaría, según él, en el socialismo (administración colectiva) y esta, a su vez, en el camino de la historia, al no tener más la necesidad de bienes individuales, se convierte en el comunismo. La revolución, según Marx, sería necesaria si en la fase del capitalismo los burgueses se rehusaran a despojarse de sus bienes “innecesarios”, ganados “a cosa de explotación del proletariado”.

Así, el comunismo, el socialismo y el capitalismo no son ideas contrarias sino el camino natural del desarrollo de este último, según el propio Marx. Lenin, sin tener punto de referencia histórico, pervirtió la idea de Marx y, aprovechando la revolución rusa, estableció el primer estado socialista que fracasó y cayó bajo la dictadura sangrienta de Stalin. Allí el mundo entero debió haber entendido que la evolución no puede convertirse en la revolución, que es antinatural y amoral, pero el PCUS, Castro, las FARC, Ortega, Chávez, Morales, Putin y otros tantos gaznápiros, no entendieron -a los que no aprenden de los errores los solemos llamar con un sinónimo de insensato-. Parece que de estos personajes de la historia es el dicho: lo que natura no da, Salamanca no presta.

El socialismo del siglo XXI no es más que una manera eufemística de hundir a la gente en la pobreza para cubrir las necesidades de la clase dirigente y convertir sus países en las fuentes de riqueza para los gobernantes de manera legalizada. Tales son los casos de Cuba, de Venezuela, Bolivia, de Rusia, etc. Es el intento que le está fallando a los Kirchner y los sueños de las FARC. El seudoargumento de los políticos y de algunos columnistas de que estos regímenes son apoyados por la mayoría del pueblo son tan válidos como decir que los linchamientos son parte del sistema judicial. El apoyo que le da la mayoría de los cubanos a los Castro o los rusos al Putin sólo recuerda la abolición de esclavitud: cuando en EEUU, Brasil y Rusia les dieron la libertad a los esclavos, muchos de ellos regresaron con sus amos porque no estaban acostumbrados a pensar ni valerse por sí mismos. Y tenían razón los romanos: lo único que necesita la gente para ser dominada es el pan y el circo.

La diferencia entre el capitalismo (libre mercado basado en la supremacía del respto a los derechos individuales) y el socialismo («la masa») es que el primero aspira a eliminar la pobreza a través de la igualdad de oportunidades y derechos, el segundo trata de eliminar a los ricos por medio de la igualdad social y económica (redistribución de la riqueza a través de un impuesto progresivo, la nacionalización, el control “social” que se convierte en el estatal, «quitar al que gana para regalar al que no tiene»), que es cosa antinatural. En sí, el socialismo como sistema político es una aberración, no existe tal igualdad porque, como dicen por ahí, todos somos del mismo barro pero no es lo mismo bacín que jarro.

El que trabaja, come; los cuentos de solidaridad y cohesión social son absurdos, lo que se ha demostrado por la historia. Y el control estatal no puede producir más que la pobreza y escasez de todo. Los ejemplos están ahí: el Chile de Allende, la Cuba de Castro, la URSS, la Venezuela de ahora, la Argentina kirchnerista, la Corea del Norte de los Kim y un largo etcétera de los desastres económicos naturales producidos bajo el lema “todo es del pueblo” lo que se traduce en “todo es del gobernante”, es decir, en la nueva forma de monarquía y esclavitud.

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Redacción Minuto30

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