Miles de personas acudieron hoy al Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana para dar el último adiós al escritor Gabriel García Márquez en una ceremonia en que el vallenato y las rosas amarillas tuvieron un lugar preponderante.

Foto EFE

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El acto comenzó pasadas las 16.00 hora local (21.00 GMT) poco después de la llegada de las cenizas del autor al principal recinto cultural de México, donde son homenajeadas las grandes figuras del país, como Octavio Paz y Carlos Fuentes, y los mexicanos por adopción, como Chavela Vargas y García Márquez.

La urna, sencilla, de madera sin labrar, fue colocada en el centro del vestíbulo del Palacio de Bellas Artes sobre una tarima, rodeada de rosas amarillas, las favoritas del autor de «Cien años de Soledad».

La viuda del nobel de literatura colombiano, Mercedes Barcha, de luto riguroso y una flor amarilla en la solapa de su saco, y sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, hicieron la primera guardia de honor acompañados por los más altos funcionarios de la cultura de México, Rafael Tovar y de Teresa y María Cristina García.

Sus cuatro nietos, todos entre lágrimas, también hicieron guardia en un recinto repleto de rosas amarillas y marcaron uno de los momentos más emotivos de un acto que será cerrado por el presidente de México, Enrique Peña Nieto, y el de Colombia, Juan Manuel Santos.

En el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes estaba una corona de flores enviada por el expresidente cubano Fidel Castro con la leyenda: «Al amigo entrañable».

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El gran ausente de este homenaje es el líder de la revolución cubana y amigo íntimo de Gabo, declaró hoy a Efe el poeta mexicano Homero Aridjis, quien dijo estar «impresionado por la conmoción que ha causado la muerte de García Márquez» a nivel nacional e internacional.

El autor de «El amor en los tiempos del cólera» encarnaba «el espíritu latinoamericano desde el punto de vista político, social y literario». «Es hijo de dos patrias y los dos países han decidido homenajearlo», añadió.

Mientras en el interior del recinto cultural un cuarteto interpretaba piezas clásicas y tangos, intercaladas en varios ocasiones con vallentos interpretados por un trío, sus seguidores desfilaban al frente de la urna y lanzaban siempre flores amarillas.

Tras más de cinco horas de espera, jóvenes, adultos y ancianos resistieron el sol inclemente para ver por unos segundos la urna en la que fueron depositados los restos de un grande de la literatura.

Durante la larga espera a las afueras del Palacio, el compositor y trompetista colombiano Fernando Martínez entonó Macondo, la canción inspirada en «Cien años de soledad» (1967), la obra con la que Gabo traspasó fronteras, el himno de su patria, pero también boleros, cumbias y hasta salsa.

Admiradores del escritor también leyeron fragmentos de «Cien años de Soledad» mientras se escuchaban vallenatos frente al imponente recinto.

En un ambiente festivo, los admiradores mexicanos, colombianos y de otras nacionalidades recordaron las obras favoritas del nobel de literatura y dijeron sentirse orgullosos de un escritor que les llevó a otras latitudes.

La profesora Norma Martínez Cruz viajó desde Orizaba, en el oriental estado de Veracruz, hasta la capital mexicana para despedirse de este autor que siente como mexicano.

«He leído casi todas sus novelas», presumió a Efe esta admiradora del escritor, que dijo que Gabo le hizo imaginar muchas cosas y la llevó hasta su país, sin haberlo pisado nunca. «Me hizo volar, ser libre mentalmente», añadió.

El ingeniero Marco Muñoz destacó su forma de escribir y su personalidad «completamente singular». Alguna vez, dijo, tuvo la fortuna de coincidir con el autor.

«Como mexicano, me siento orgulloso de que él haya vivido aquí por tantos años», dijo a Efe Muñoz, quien destacó que la presencia en el acto de los dos mandatarios es una muestra del «tamaño del señor».

Esther Velázquez Peña, de 82 años y visiblemente emocionada tras ver las cenizas del nobel, contó a Efe que sentía una «gran admiración» por García Márquez, a quien conoció desde que llegó y con quien coincidió en Cuba en la escuela de cine que fundó el escritor.

De 82 años y maestra durante décadas de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), confesó que no paró de llorar el jueves pasado cuando se enteró de la muerte del novelista.

Además de su obra literaria, de la que dijo que su ora consentida es «El coronel no tiene quien le escriba», aludió a sus escritos periodísticos y la defensa que siempre hizo de Cuba, su rechazo al embargo y su amistad con Fidel Castro, de 87 años, la misma edad que tenía García Márquez al morir.

Carol Anet Salado, 21 años, estudiante de ingeniería química, dijo que acudió a primera hora al recinto cultural porque Gabo es su autor favorito. Su muerte, dijo, «es como si hubiera perdido parte de lo que soy yo». México, 21 abr (EFE)

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Redacción Minuto30

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