Al autoritario presidente ruso Putin los últimos años le está saliendo el tiro por la culata. Después de la ocupación militar y anexión ilegal de la península ucraniana de Crimea, el ego de este político más nefasto de la historia de Rusia de los últimos 25 años se le está desinflando. O mejor dicho, se lo están desinflando.

Antón Toursinov

Putin y su ministro de relaciones exteriores – que se ha convertido en el de propaganda al estilo goebbelsiano – no han conseguido convencer al mundo del “derecho legítimo” de la anexión de un territorio extranjero. Ni siquiera el aliado más cercano de Rusia – China – ha reconocido la legalidad de esta anexión. Desde el marzo pasado la prensa rusa, casi en su totalidad convertida en el órgano de esta propaganda putinista, no había parado de mencionar de las míticas inversiones que China estaría dispuesta a realizar en Crimea, en su infraestructura dañada por la anexión y, principalmente, en la construcción de un puente desde la costa rusa del mar Negro hasta Crimea. Sin embargo, Putin en su último viaje a China no pudo conseguir estas inversiones.

Las acciones de los terroristas, enviados y apoyados por Kremlin, en el sudeste de Ucrania – en las regiones obreras-proletarias de Donetsk y Lugansk – se basan en el terror que imponen a la población y asesinatos de los defensores de su patria, Ucrania, y han desatado una ola de secuestros de los periodistas, políticos, empresarios, observadores de la OSCE y otras personas. El mamarracho de referéndum sobre la independencia de estas regiones, organizado por los terroristas impostores autoproclamados “gobiernos de Donetsk y Lugansk” tampoco ha podido convencer al mundo de la legitimidad de los actos de Putin y de su camarilla.

Eso sí, entre los rusos Putin ha llegado a tener los índices de popularidad por las nubes: hasta el 89%. Esto demuestra, en primer lugar, la incapacidad completa de la gente (o, en este caso, de rebaño) de razonar, y, en segundo lugar, los niveles de populismo y demagogia putinista. Además, cabe recordar, que durante los últimos dos años el gobierno de Putin ha logrado clausurar prácticamente todos los medios de comunicación opositores y está intentando callar hasta los medios electrónicos, como, por ejemplo, blogs, twitter y otros, con constantes amenazas de su cierre o de su prohibición bajo pretexto de no cumplir las leyes que muy a medida aprueba el parlamento a diario.

En el propio parlamento los diputados están exigiendo el antejuicio contra dos de ellos (de los 450) que se opusieron a la anexión de Crimea, tildándolos de “traidores de la patria”, “vendidos al occidente” y “pagados por los EEUU”. Todo este acoso llega a tales niveles, que ya es habitual ver enormes rótulos propagandísticos en las calles de las ciudades con las imágenes caricaturescas e insultantes de los lideres de la oposición y de los inconformes con la política de Putin, entre ellos, además de los políticos, son muchos actores, cantantes, escritores y otros intelectuales.

Se despide y se persigue a los académicos universitarios que no caen en las garras de la propaganda. Se publican los abecedarios para la primaria con los dibujos “patrióticos” y mofas contra la oposición. En fin, de por si la mala educación rusa se ha vuelto a convertir en el lavado del cerebro y adoctrinamiento de la gente.

Muchos en el mundo se preguntan: ¿cómo es posible que Putin se ha convertido en el mejor discípulo de Hitler? ¿Cómo ha llegado hasta allí sin que nadie lo parara? Y la respuesta es muy simple e incómoda para muchos. La culpa es de los líderes mundiales (entre ellos los últimos presidentes de los EEUU y jefes de estado de la UE) quienes no atendieron el llamado de Estonia, de Georgia y de algunos rusos que desde hace años estaban advirtiendo del peligro que corre el mundo al apoyar a este energúmeno. El no expulsar a Rusia –país del tercer mundo – del G8 en el 2001, el reírse de las tonterías que dice este politiquero, el apretarle la mano y darle el aliento en su “lucha contra el terrorismo” y el estar callados durante el ataque a Georgia han creado a este espantajo.

Ahora los países desarrollados deben seguir imponiendo las sanciones no solo a los amigos-financistas y allegados de Putin, sino a toda la frágil economía rusa que está en manos del círculo del ilegítimo presidente para parar la política fascista de Kremlin y sus constantes incumplimientos de los tratados internacionales y de las normas de convivencia pacífica. @atoursinov

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Redacción Minuto30

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