Sin lugar a dudas la mejor época de la vida es el paso por la escuela, ¡cuántos recuerdos, cuántas cosas lindas, vividas y aprendidas en ella!  Abusando de mi memoria, hace pocos días, evoqué mi niñez y recordé aquella tarde cuando al llegar le dije a mi madre “ma… en la escuela hay un voltiao”, bastó su mirada escrutadora para que yo entendiera que debía explicar lo que estaba afirmando, y con un poco de temor aduje que había un niño “raro”, que hablaba como una niña, caminaba y hacía gestos de niña, algo anormal en una escuela masculina, donde según los preceptos sociales únicamente cabían los hombres.  Acerca de la hombría, a los niños nos recalcaban que los hombres no lloraban, que debíamos ser fuertes y comportarnos como “machos”, también nos enseñaron a no juntarnos con aquellas personas que no nos agradaban y, luego como adultos, nos enseñaron a discriminar, a ser excluyentes.

En aquella sociedad de los años 70’ pocas escuelas eran mixtas, nuestro entorno estaba hecho para ser visto y leído sólo en blanco y negro, es decir, se era hombre o mujer, cualquier otro tono o intensidad de color era despreciado, perseguido y hasta castigado, en verdad… se carecía de color.  Eran tan rígidos los estereotipos de género que sólo había dos posibilidades, o se era masculino o femenino, con decir que a los hombres con cabello largo se les cuestionaba su virilidad. “En Medellín en los años setenta, empezó a regir una estricta medida contra los melenudos, que consistía en atrapar a cada joven que fuera sorprendido en las calles con sus cabellos al viento para encerrarlo en un calabozo y motilarlo agresivamente con una navaja”. (El Colombiano enero 23 de 2017). La sociedad no sólo excluía los peludos, también miraba mal las mujeres de pelo corto que se ponían pantalones en vez de falda.

Afortunadamente las palabras de moda que se repiten hoy en diferentes escenarios educativos son inclusión y diversidad, a  mi modo de ver nada más importante, apropiado y oportuno en este mundo desgastado por odios y xenofobias. Pero, como desconocer que alrededor de un tema tan significativo, aún persisten mentes cuadriculadas que no admiten la diferencia y siguen pensando en una sola dirección, bien sé que no pocos niños y jóvenes siguen siendo estigmatizados y rechazados en su entorno escolar por ser “diferentes”, unas diferencias ridículas que sólo sirven para exacerbar fobias y odios.  Triste pero cierto, algunos profesores y directivos docentes se proclaman a los cuatro vientos defensores de la libertad, pero en sus posturas siguen persiguiendo y reprimiendo los estudiantes que no comulguen con sus ideas.

Algo curioso es que, al hablar de diversidad el común de las personas creemos que el término sólo hace referencia a la comunidad LGBTI, no, el mundo diverso es amplio y por ende no debe ser reducido a la condición sexo o género, pensar la diversidad es entender la inclusión, no únicamente desde lo sexual sino desde diferentes espacios. No podemos desconocer que en nuestras ciudades cohabitan una gran cantidad de grupos poblacionales, personas que siendo diferentes en algunos aspectos, son seres humanos como nosotros, no especímenes raros, es el caso de las negritudes, las etnias, los grupos con capacidades diversas, otros con movilidad reducida, en fin, lo diverso está en todo, en el pensar, el sentir y el obrar. La escuela de hoy debe enseñar a ver la sociedad con un lente multicolor, sin permitir que se reproduzcan esas formas infames de excluir y segregar, estoy convencido que si nos hubiesen enseñado a vivir en medio de la diferencia nos hubiéramos ahorrado una gran cantidad de sangre derramada por culpa de la violencia xenófaga.

Imposible negar que desde la etapa preescolar al niño se le prepara y entrena para la competencia y la exclusión, una competencia que lleva implícita la guerra permanente con el otro, y una exclusión que me hace pensar y creer que soy mejor que los demás. Mientras la escuela siga enseñando a competir, excluir y rivalizar, nuestros futuros ciudadanos no aprenderán a valorar y ser aliados de sus semejantes. Profesores, por favor, no sigan viendo el aula de clase como algo homogéneo, nuestros estudiantes son diferentes, con características y personalidades diversas. Ah, el problema de Colombia, a mi modo de ver,  no son los apellidos Santos o Uribe, el gran problema es no haber aprendido que la diversidad y la inclusión son las mejores fórmulas para vivir en paz.

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