Muy a raíz de los hechos que se presentaron en Francia contra los miembros de una revista de sátira informativa, se abrió en el país la discusión frente a los límites de la libertad de expresión en Colombia. Es una pena que solo después de este trágico suceso que concentró la atención mundial, abordáramos el tema, porque nada más con analizar el panorama político nacional, tendríamos razones de sobra para haber abierto este debate tiempo atrás.

Hernán Cadavid Márquez

Mis planteamientos no son reflexiones de un experto en el manejo de los medios masivos de comunicación o del periodismo en sí; mi punto de partida es como ciudadano, como uno más de los millones de colombianos que somos lectores u oyentes de los que son llamados generadores de opinión, y que a mi juicio, en muchos casos, tal vez, deberían ser llamados deformadores de la misma.

Vale mencionar que, la libre expresión es un derecho universal, es decir, en principio todos podrían hacer uso de la misma. ¡Sí cómo no!

–Veremos en otro momento, que como dice el adagio popular, de eso tan bueno no dan tanto.

Lo cierto, y para entrar en materia, en virtud de la libertad de expresión, en Colombia se están vulnerando derechos y valores sociales. Para quedar claros, la libertad de expresión, trátese de quien se trate, trae consigo una altísima carga de responsabilidad; en lo que se dice, dónde se dice y cómo se dice, cruzar la línea del irrespeto, hasta llegar muy fácilmente a la calumnia e injuria, últimos dos como delitos.

Determinar qué es una legitima expresión y qué no la constituye, corresponde en principio a medirse por una escala de valores de cada sociedad, pero si continuamos aceptando como normales los excesos e infamias en contra de un personaje indeterminado o incluso una institución indistinta sin previo respaldo de veracidad en la información, seguiremos entonces descendiendo en la vertiginosa espiral de la escala de valores, y así con el tiempo lo malo nos parecerá más común que lo común.

El mensaje lo dirijo a los generadores de opinión, periodistas y medios de comunicación en general. El equilibrio informativo y el respeto por el tratamiento equitativo e imparcial de la información deben ser principios rectores de su sigiloso ejercicio profesional, y no un capricho conveniente del momento, amparado incluso en lo que en su jerga se conoce como ‘chiva’.

Además me permito preguntarles: ¿Vivimos una crisis ética del periodismo en Colombia? –Pienso que vulnerar la libertad de expresión no es solo callar una voz, también lo es conducir un hecho noticioso o informativo de manera amañada, parcializada, renunciando a la autonomía e independencia que requiere el ejercicio periodístico aquí y en cualquier lugar de la estratósfera; quizá esta sea una forma más grave pues se hace por voluntad propia y engañando a la opinión.

El privilegio de tener una tribuna de difusión de ideas que fuere, no debe ni puede ser patente de corso para arrollar derechos de terceros.

El derecho al buen nombre, por ejemplo, porque entre otras cosas, el derecho a retractarse existe, pero como que no es del agrado de muchos, quienes tendrían el deber; menos tergiversar el rol que a cada uno corresponde: el periodista y el opinador son eso; el fiscal y el juez son otros, no son ustedes, no les corresponde acusar ni juzgar. ¡Zapatero a tu zapato!

Desde los medios se exige a los políticos “no polarizar más a Colombia”. ¿Serán consecuentes? –Les dejo el ejemplo de una importante cadena radial de nacional y el señor espectáculo entre su nuevo director y otros miembros de panel.

El periodismo no puede asumir que, la contradicción es vulnerar la libertad de expresión a ellos, ni menos escudarse en ella confundiendo la crítica con el irrespeto. Si supieran la responsabilidad que tienen en las manos, respirarían profundo antes de encender un micrófono, antes de empuñar su pluma.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio