Hoy me encontré con alguien que por más de veinte años trabajó en el mismo lugar en que lo conocí. Es un tipo inteligente, sensato y noble. Sé que ha sido exitoso profesionalmente. De hecho, ha sido pionero en el desarrollo del mercado de capitales en Colombia. Nos topamos mientras esperábamos en el banco y apenas si hubo tiempo de ponernos al día respecto de lo ocurrido en nuestras vidas recientemente. El trato entre nosotros siempre ha sido amistoso.

Con una ropa casual y sin corbata, mi amigo cargaba una edición reciente de Cien años de soledad. Al comentar su lectura me enseñó el libro y luego me preguntó porque había abandonado esta columna en Minuto30. ¡Resulta que se trata de un amigo al que le gustaba leer esta columna! Me sentí honrada porque esas dos categorías no están necesariamente ligadas. Quiero compartir algo sobre él. Su historia es la de tantos otros que han aceptado la incertidumbre como conducto regular de la vida.

Su trabajo es uno de los más interesantes en esta Medellín en la que la oferta laboral es tan monótona, que ser emprendedor o independiente es también una cuestión de identidad. Además, está bien remunerado, lo suficiente como para que cualquiera continúe allí indefinida y establemente.

Sin embargo, él no es cualquiera. Al preguntar por noticias de su trabajo, cuestión de idiosincrasia, me contó que hace poco había renunciado. “¿Y qué estás haciendo?” Pregunté. “No. Tengo algunas consultorías con amigos, estoy tomándola con calma.” Respondió. Se veía feliz, más delgado y hasta más joven que la última vez que lo vi hace un par de años.

Mi amigo ascendió hasta el techo en la organización. No llego a sentarse en el tejado porque esa vista desde lo alto le pertenece hace ya tiempo a otra persona. No tengo idea de los detalles de su retiro o de sus planes a futuro, y no necesito averiguarlos por ahora. Con el resto de la conversación me di cuenta que algo maravilloso está ocurriendo en esa historia de vida que comparte con su esposa y una hija.

He aquí a alguien que se “desatornilló” de un empleo estable pero demandante y decidió apostar por él mismo, en lugar de apostarle al propósito de tantos otros. Literalmente durante los últimos veinte años, con su talento financiero este hombre contribuyó a crear decenas de nuevas empresas, varias de ellas destacadas a nivel internacional.

Con calma

Mientras mi amigo demostró esa constancia y consiguió estabilidad creciendo en una misma organización, yo lo hice en once diferentes sitios de trabajo. Mi promedio de permanencia en un empleo hasta hace poco era un año. Eso, aunque me priva de oportunidades laborales en organizaciones que aprecian altamente la estabilidad y la constancia, es paradójicamente uno de mis logros personales.

Cada uno de esos empleos fue un mundo particular con su misión, sus planes, sus discursos y sobre todo, su gente. De cada uno de esos mundos me quedé con valiosas amistades y aprendizajes que me han servido para continuar creciendo como persona y como profesional. En varios casos me fui con la nostalgia de dejar atrás más que una institución, un equipo de trabajo, más que un jefe un mentor y más que un trabajo, una causa.

Hace un par de años, también decidí darle una oportunidad a mi propósito. Un emprendimiento que me permite dedicar todo mi talento, y la paciencia que ni tenía, a una causa que siento mía y que por suerte comparto con personas que adoro. Además de todas las cosas maravillosas que ofrecen otros trabajos, encontré algo que solo es posible para mí en este: calma.

Y no es porque todo ahora sea fácil. Por el contrario, es el reto más difícil que haya podido imaginar, más aún que, por ejemplo, ayudar a una mujer a alcanzar la Presidencia de un país. Es porque mi convicción por lo que hago me permite saber que al final todo saldrá bien.

Por eso no importa el camino que uno siguió, ni cuanto tardó. Importa que uno lo haya elegido, que sea el propio para que le permitirá dar el máximo de sí mismo. Que al cabo de los años se tope con un viejo amigo y pueda sorprenderlo con una historia personal completamente inesperada.

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Redacción Minuto30

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