Nelson Hurtado Obando

Estábamos en un almuerzo con el director de planeación, compartiendo y dejando observaciones sobre el POT. A mi derecha, el gran amigo Cadena Gaitán, estrenando velocípedo de alta tecnología, dos puestos más allá, estaba sentado Luis Alfonso Yepes a quien tuve la oportunidad de saludar por primera vez; amable, culto, puntual, aportante, coherente; enseguida de él, un joven de cara limpia, con gafas, con acento como de paisa refinado, que interviene también de manera coherente, de quien se percibe un nexo sólido con la academia y lo pienso como una contradicción, por su cabello bien llevado y en especial por que no usa el “pasamontañas de la intelectualidad” colombiana y del mundo: barbas y bigotes frente a los cuales la fuerza de los argumentos, se hace menor entre más largos y descuidados se lleven. Se percibe su buen trato personal, frente a él y frente a los demás, de mirada fija y atenta. Indiscutiblemente: respetuoso, sólido, aportante, sencillo.

Nelson Hurtado Obando

Nelson Hurtado Obando

Cursaría yo, los primeros años del bachillerato, en mi pueblo natal, cuando recibí de mi tío abogado que residía en Bogotá, un pequeño libro titulado “Relato de un náufrago”, de cuyo autor no quiero acordarme, porque cuando ya cursaba en el Liceo Antioqueño, los faltantes años de bachillerato, creo que lo conocí mucho mejor a través de una revista que dirigía con un hermano y definitivamente para mí y en mí, el náufrago fue él, el autor del relato. Luego tuve que leer a la brava otras obras del autor, porque cuando eso no existía google, ni el rincón del vago, para presentarle al profe de literatura un buen “copie y pegue” de resumen, de “lo que quiso decir el autor”. Luego el señor de marras, fue uno de los 100, para la reforma de la educación colombiana, pues el deporte y la medicina de la Isla, era dizque de lo más avanzado científicamente, en esta América de calenturas. Luego dizque se ganó un premio Nobel y que su obra dizque resultó ser más portentosa que la del Manco de Lepanto.

Pero como la coherencia y la sindéresis obligan, juro por Dios, que esa primera obra que leí del autor que “tengo en el olvido”, es para mí la mejor de todas y siento y pienso ahora, que para entonces, mi alma estaba limpia, ajena a componendas y triquiñuelas, percibía a los escritores como hombres destinados al bien, químicamente buenos y políticamente neutrales, incluido Vargas Vila, cuyas obras teníamos que leer en el baño o bien escondidos a los ojos de rectores, profesores y sacerdotes o de un compañero “sapo”; pero ya venido a Medellín, al Liceo Antioqueño, la dinámica del “centro literario” o del “taller de escritores”, era otra cosa, pues por aquí y por allá, la tarea, la lucha era contra la “alienación”, no importaba que el “principio de autoridad”, fuera el argumento más sólido, porque todo lo que dijera “mi náufrago”, era algo así como la verdad revelada, dogma de todas las nuevas herejías, sin que hasta ahora haya podido resolver el gran interrogante, acerca de porqué, a esos “intelectuales”, les crece más rápido y más larga la barba y porqué el resto de lampiños, se confían a ellos, como si fueran los depositarios de todos los saberes, pues para opinar de lo humano y lo divino, los convocan lo mismo a una clase de literatura, que a una de física, química, biología, matemáticas, ingeniería, economía, política o a discutir sobre ciencia y buenos modales y hasta de ética, o de modelos de gobierno o los nombran asesores, cónsules o embajadores y ministros plenipotenciarios; que los hay con formaciones múltiples e integrales, claro que los hay, pero de esos no fue “mi náufrago” y de ese naufragio, solo pude salvar el primer libro que de él, leí, sobre aquella hazaña del capitán Velasco, en el ARC Caldas.

Recientemente en una reunión con algunas personas, en Medellín, alguno de ellos mencionó que el segundo premio Nobel de literatura nacional, será de Medellín o ya se prepara para él, en Medellín y eso sería muy meritorio.

Sean cuales fueren las tendencias y tentáculos de la academia Sueca, esta madrugada terminé de leer un pequeño libro, que es como un relato de unos náufragos más modernos, unos náufragos que casi se ahogan en los mares de sus vidas, náufragos de tierra, náufragos del aire. Un relato profundo, pero sutil, un relato que pregunta, que cuestiona, un relato cuya delicadeza, es su fuerza vital, para pasearse por la geografía de la patria, por sus instituciones, de manera crítica, pero sin dañarlas, un relato que habla de abogados, fiscales, jueces y magistrados, ministros, presidentes y expresidentes, generales, con respeto y a pesar de los errores, porque el autor se reconoce, como ellos, falible. ¡No pontifica, rajando del pontífice, no juzga!

Un relato que además de político, es jurídico, pero ante todo, es un relato que pone en evidencia que el hombre, es el animal más débil e indefenso de toda la creación. Un relato que es drama, pero que es la vivencia de miles de seres humanos en el planeta y de modo particular en Colombia, un relato que incursiona por la sicología, la sociología, la política, el derecho, la ley…un relato que ante todo lo es, por la VIDA y por la LIBERTAD.

Este relato es un fruto más maduro, leerlo, es como beber un juguito de maracuyá, bajo el sol, en que arde Medellín; fluido, atrapa y no suelta, como un imán; poco sé de estilística y de recursos literarios, pero desde mi alma sí he sentido, que quizás esta sea la obra que rompa los horizontes prefabricados, para que Colombia pueda otear y reflexionar, sobre lo que el relato nos deja al descubierto: nuestro REALISMO TRÁGICO.

Bien por dejar ver su rostro limpio, su mirada clara, penetrante, profunda y fija, como debe ser.

JOVEN José Guarnizo, desde todas las licencias que concede la juventud y desde todos los ámbitos de su libertad, estoy convencido de que ha sido fiel al encargo que le hizo Margarita, ella, la misma que le ha dado como una clave: “Salgan y no volteen, no se devuelvan…”, a los Consuegra, al capitán Ortega con su profundo: “Gracias, Dios” y a sus lectores, pues no es un relato sobre lo mismo y lo digo, porque aún no se vende en ediciones piratas, buena prueba de que su obra no fue hecha para alimentar, ni el morbo, ni la farándula.

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Redacción Minuto30

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