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Los padres indocumentados de los «soñadores» viven una mezcla de sentimientos, pues sus hijos seguirán protegidos bajo la Acción Diferida, pero sus esperanzas de salir de las sombras se desvanecieron al saber que no fueron incluidos por la acción ejecutiva del presidente Barack Obama.

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«Esa era la ilusión, pero al final del día nos damos cuenta de que esa ilusión se volvió a detener, a caer en un compás de espera», dijo Antonio González, padre de una «soñadora» que estudia Medicina en Los Ángeles.

Tanto González como su esposa, Patricia Anguiano, llegaron llenos de ilusión hace más de diez años a Los Ángeles junto con sus dos hijas, Sharon Aglae e Iris Patricia, que actualmente tienen 23 y 13 años, respectivamente.

Ambos son profesionales, ella es médica, él es ingeniero industrial, y su mayor deseo era trabajar en sus especialidades y poder darle a sus hijas una excelente educación, pero los planes se han ido retrasando por la falta de un estatus legal.

En esta década, González logró obtener un empleo como jefe de Proyectos en la compañía de construcción de unos familiares, lo que le ha permitido obtener una casa y darle una vida digna a su familia. No obstante, Anguiano ha tenido que lidiar con la frustración que deja no desempeñar su profesión.

«Creo que ha sido una de las peores catástrofes de mi vida», aseguró la mujer, que practicó la medicina por casi doce años en Guadalajara (México), donde logró tener su consultorio propio y unos excelentes ingresos económicos.

Sin embargo, la crisis financiera llegó y la pareja decidió probar suerte en Estados Unidos, siguiendo los pasos de los hermanos de Antonio, que lograron construir una empresa pujante.

«Pero no puedo ejercer como ingeniero industrial que soy, justamente por falta de los benditos papeles», advirtió González.

Como miles de inmigrantes, la pareja decidió quedarse en las sombras y no dar marcha atrás. La esperanza de que existiera una reforma migratoria que los beneficiara la tienen desde que se dieron las grandes marchas a favor de una legalización en 2006.

Las ilusiones crecieron cuando su hija mayor logró beneficiarse bajo el programa de Acción Diferida (DACA, por su sigla en inglés), programa que ha evitado la deportación de más de 580.000 jóvenes indocumentados desde agosto de 2012.

«Yo tengo que agradecerle muchísimo (a Obama) que mi hija esté estudiando medicina, para mí es muy satisfactorio», explicó Anguiano.

La pareja tenía puesta la fe en que todos los padres de los amparados por la Acción Diferida serían beneficiados con las nuevas medidas del presidente, pero finalmente no fue así, y este matrimonio, como muchos otros, no calificarán por no tener hijos ciudadanos estadounidenses o con residencia legal.

«Por un lado se siente grato saber que hay gente que va a beneficiarse y por otro lado se queda uno así, como ya no nos tocó», lamentó González.

El sentimiento de desencanto que vivió esta pareja también lo palpó Eduardo Rojas, un jornalero que ha estado manifestándose a favor de una reforma migratoria desde 2007. El inmigrante se enteró que no estaba en el grupo de beneficiados en medio de un acto de protesta frente al Centro de Detención de Inmigrantes en Los Ángeles.

«Se siente uno muy mal después de haber estado tanto tiempo en este país, uno tenía expectativas muy altas, pero desgraciadamente los programas y el sistema no benefician a todos», relató Rojas, oriundo de Ciudad de México.

Desde 1998, el inmigrante ha buscado obtener un permiso de trabajo, su mayor obstáculo es ser un hombre solo, y es que sin hijos que vivan en Estados Unidos, ni esposa ciudadana estadounidense, las posibilidades son muy reducidas.

«La mayoría de mis sobrinos pudieron aplicar a DACA, uno de mis hermanos aplicó para la amnistía del expresidente (Ronald) Reagan y yo me quedé fuera del sistema», lamentó.

Tanto Rojas como González y Anguiano pensaban que podrían ser tenidos en cuenta por su carácter moral y su trabajo, pero la decisión de la Casa Blanca los hace creer que su aporte no ha sido reconocido. Los Ángeles (EE.UU.), 21 nov (EFE).

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