El último año el mundo ha vuelto a fijarse en Venezuela debido a las frecuentes manifestaciones de sus ciudadanos en contra de Nicolás Maduro y la grave situación económica, social, y política provocada por la incapacidad completa de este gobernante.

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Como respuesta, Maduro convocó a contramanifestaciones y no deja de proferir insultos contra sus detractores. Una de las palabras que usa prácticamente en cada oración, al referirse a los opositores, es “fascismo”. Tantas veces repite Nico esta palabra que surge la pregunta ¿qué tal si Freud tenía la razón?

Según el psicoanalista austriaco, “la proyección es un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas los propios motivos, deseos o emociones. Es una forma de ocultación involuntaria e inconsciente de su vida psíquica consecuencia de la presión del superyó que sanciona como incorrecto el contenido psíquico o de los temores y frustraciones del sujeto”.

Si vemos las reacciones de Maduro a través de esta teoría, ¿qué trata de esconder tras el insulto de “fascismo”? ¿A qué le tiene miedo este hombrecillo con pretensiones de dictador? La respuesta es muy sencilla: el régimen que trata de imponer Maduro —y lo que trataba de hacer antes Hugo Chávez— es un fascismo puro, hasta burdo.

La historia conoce a tres dictadores que podrían considerarse fascistas. En Italia fue Benito Mussolini quien creó el concepto ideológico del fascismo como sinónimo del corporativismo estatal; en Alemania se instaló la dictadura nacionalsocialista de Adolf Hitler, quien encajó en el perfil fascista y desde entonces se ha convertido en el referente de esta vertiente ideológica; y el general español Francisco Franco suele ser calificado como un dictador fascista.

En vez de poner definiciones teóricas de la ideología nacionalsocialista, veamos la comparación entre Chávez y Chávez-Maduro de un lado, y el máximo actor fascista de la historia, Hitler, del otro.

Al igual que Hitler, quien obtiene fama en Alemania después de un fallido golpe de Estado (el famoso Putsch de la Cervecería de Múnich en 1923), el “pajarito parlanchín” se da a conocer en Venezuela después del intento del golpe de Estado en 1992. Muchos se acordarán de las patéticas imágenes de un Chávez llorando a moco tendido y pidiendo clemencia, por lo que en 1994 fue perdonado, a pesar de ser hallado culpable, por el entonces presidente venezolano Rafael Caldera (1969-1974 y 1994-1999).

[pullquote]En los 14 años del socialismo del siglo XXI en Venezuela han perecido alrededor de 200.000 personas en manos de asesinos…[/pullquote]Una vez en el poder —Hitler fue nombrado canciller por el presidente de Alemania después de ganar su partido las elecciones y el pajarito ganó la presidencia—, ambos se empeñaron en permanecer en la cúspide, cualidad típica de cualquier hombre débil que llega a la cima política.

En primer lugar, proclaman consignas populistas contra la pobreza; se dedican a saquear la economía por vía de la “nacionalización”; se empecinan en perseguir primero a sus propios copartidarios que entienden que son engañados y, después, a cualquier opositor; compran votos con promesas baratas propias del populismo, tirándole las migajas a la “masa”; forman grupo de Gobiernos aliados a través de ayuda económica; crean una figura del enemigo de la nación (los gitanos y franceses para los alemanes, y los yanquis e imperialistas para los venezolanos).

Por último, no dejan de aparecer en público con la propaganda manipuladora basada en la repetición de tres conceptos claves: “todo para el pueblo”, “la oposición que sueña con hacernos más pobres” y “debemos unirnos contra el enemigo” con el claro objetivo de dividir la población: ellos (los oligarcas) contra nosotros (los buenos alemanes/venezolanos). Y la mentira repetida miles de veces se convierte en verdad.

Para permanecer en el poder, ambos convierten la educación en adoctrinamiento. El Estado controla e impone los programas educativos para crear la “nueva historia”, mantener en la memoria de los jóvenes las “atrocidades” del pasado y aniquilar cualquier tipo de la capacidad crítica.

En los dos países los gobernantes crean milicias conformadas por los desarrapados para defenderse de sus propios pueblos y les entregan las armas. Con todo ello, ambos personajes hunden sus respectivos países en la miseria e imponen el terror en medio de altos niveles de criminalidad (en la Venezuela chavista-madurista la tasa de homicidio es de 79 asesinatos por cada 100.000 habitantes), a pesar del discurso de los dos Gobiernos de una baja significativa en la criminalidad.

Es necesario recordar que en los 14 años del socialismo del siglo XXI en Venezuela han perecido alrededor de 200.000 personas en manos de asesinos, por lo que Chávez y su extensión física, Maduro, son, indudablemente, genocidas. Y no se puede olvidar que tanto Hitler como Chávez-Maduro han gobernado bajo las leyes habilitantes que son contrarias al mismo principio de la república y de la democracia.

La lista de comparaciones es larga y los resultados económicos son igualmente semejantes. Desde la constante inflación en ambos países hasta la circulación monetaria paralela. A pesar de ello, existen puntos a favor de Hitler en este aspecto, debido a que el nazi promovía la economía basada en la industria y no en la materia prima, por lo que no existió el desempleo. Sin embargo, la militarización, las economías planificadas y la intromisión del Estado en ambos países han ocasionado los estragos esperados.

A este grupo de fascistas podrían unírseles otros dictadores similares. Desde Iósif Stalin hasta el bien alimentado Kim Jong-Un. Sin embargo, ya que Maduro prefiere referirse a la oposición como “fascistas”, proyectando así sus propias características, hay que compararlo con el fascista más famoso, sangriento y a la vez políticamente más inepto de la historia, Hitler.

Así que, un consejo para Nico, ¡a lavarse la boca antes de hablar! O seguir acumulando los delitos para un inevitable juicio en un futuro.


Antón Toursinov es columnista de panampost.com

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Redacción Minuto30

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