A inicios de cada año se suelen publicar las estadísticas del año anterior referentes a distintos campos de la actividad humana, desempeño económico y comportamiento social de los países del mundo. Uno de los datos importantes desde varios puntos de vista – desde el turístico hasta el de inversiones financieras – es el nivel de la criminalidad de cada ciudad importante.

Hace unos días, a principios de febrero, el sitio WorldAtlas publicó la estadística que a nosotros, los que vivimos en las Américas, nos debe preocupar y hacernos pensar en qué hacer y cómo vivir: las 50 ciudades más peligrosas del mundo. Los datos proporcionados por este sitio de internet coinciden con otras similares hechas por otros medios, entre ellos, por ejemplo, el prestigioso Business Insider o el Gobierno de México, entre otros.

Lo más preocupantes de esta estadística es que casi todas las ciudades más peligrosas del mundo, a excepción de 4 ciudades sudafricanas, se ubican en las Américas, desde los EEUU hasta Brasil. De ellas, son tres las ciudades estadounidenses: pequeña ciudad de San Luís en el estado de Misuri con 59.23 asesinatos por cada 100 mil habitantes; la ciudad de Baltimore en Maryland con 54.98 asesinatos; Detroit en Míchigan, con 43.98 asesinatos; y tradicionalmente violenta Nueva Órleans, con 41.44 asesinatos por cada 100 mil habitantes.

Colombia entró en este ranking con tres ciudades – que aparecen en esta estadística desde hace varios años: Palmira caucana en el 8º lugar del mundo y en América Latina y como la ciudad más peligrosa en Colombia, con 70.88 asesinatos; la siguen Cali en el 10º puesto, con 64.27 asesinatos; y en el puesto 45 se halla Pereira, con 32.58 asesinatos por cada 100 mil habitantes.

Pero la ciudad más peligrosa del universo, de América Latina, de Sudamérica, del Caribe y del mundo hispanohablante es Caracas, con una cifra inimaginable y surrealista de 119.87 asesinatos. A decir la verdad, yo – que vivo en Guatemala (en el vigésimo quinto puesto mundial con 41.17 asesinatos), me da miedo salir a la calle a ciertas horas y en la mayoría de los barrios de la ciudad y, como la mayoría de los guatemaltecos he sido más de una vez víctima de un asalto – me aterroriza hasta pensar en los caraqueños, cómo han de estar ellos en su propia ciudad dominada no solo por la mafia socialistoide del gobierno del busero loco, sino por la delincuencia común, aunque al fin y al cabo, la segunda es la consecuencia de la primera.

Volvamos a la estadística del WorldAtlas. Resulta sumamente preocupante el hecho de que nuestro continente sea el más peligroso del mundo. Creo que no me equivoco si digo que yo, al igual que la mayoría de la gente, veía África como el continente más violento, y no, estábamos equivocados. La violencia nos rodea a nosotros.

Es más que evidente que la causa de esta violencia desmesurada es la falta no solo de prevención de delitos y la pobreza extrema en la que están sumidas las ciudades tanto latinoamericanas como las estadounidenses – me refiero a las más violentas -, como la falta del Estado de Derecho y la corrupción que, en lugar de la ley, impera en estas ciudades. Los sistemas políticos de nuestra región han mostrado su ineficacia, su proclividad hacia la corrupción y abuso del poder por parte de los gobernantes y sus aliados, y su completa ineptitud para adaptarse a cada época y a las circunstancias. En eso estamos igual que hace 200 o hace 100 años.

Mientras que muchos creen que la pobreza y la mala educación es la causa de la violencia, creo que se debería analizar desde el ángulo contrario: la criminalidad no permite progresar a los empresarios, sobre todo a las pequeñas y medianas empresas; obviamente ahuyenta las inversiones y el turismo, y, como consecuencia, fomenta la corrupción y convierte en los criminales a los gobernantes. Parece un círculo vicioso. Por mencionar solo algunos: el caso Oderbecht en toda América Latina, varias causas penales en Guatemala, donde en la prisión preventiva están esperando el juicio el expresidente y más de la mitad de su gabinete de ministros; los juicios contra los exgobernantes en El Salvador y Brasil; las investigaciones en Panamá…

¿Será que debemos replantear las raíces constitucionales y jurídicas de nuestros países? ¿Por qué no regresar a la idea de una república tradicional donde los poderes son separados, sirven de contrapeso entre sí, los burócratas no tienen acceso a finanzas públicas, los jueces son preparados, honestos y tienen recursos suficientes para no ser corruptos, donde se elige a los diputados con sus nombres y apellidos y no los partidos políticos y donde la autoridad es el pueblo en general y cada ciudadano en particular y no el Gobierno, y donde se respeta el derecho ajeno? Miremos los ejemplos de repúblicas exitosas como Suiza, por ejemplo…

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Redacción Minuto30

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