En la última etapa de su vida, Rogier Van der Weyden buscó la belleza esencial a través de las formas y de la economía del color, y un ejemplo de ello es «El Calvario», en El Escorial, en opinión de Lorne Campbell, uno de los mayores expertos en el pintor flamenco.

Vista del cuadro "El Calvario", que forma parte de la exposición que el Museo del Prado dedica a partir de hoy a "Rogier van der Weyden". EFE/Archivo

Vista del cuadro «El Calvario», que forma parte de la exposición que el Museo del Prado dedica a partir de hoy a «Rogier van der Weyden». EFE/Archivo

Comisario de la exposición que el Museo del Prado dedica a este artista, que desde su inauguración el 24 de marzo ha recibido casi 75.000 visitantes, Campbell inauguró hoy el Simposio Internacional dedicado a Van der Weyden (1399-1464), considerado uno de los creadores más influyentes del siglo XV y de los más grandes pintores de la historia.

Una cita que complementa la muestra, que ofrece la oportunidad única de contemplar juntas «El Calvario», propiedad de Patrimonio Nacional; el «Descendimiento de la Cruz», del Museo del Prado; el «Tríptico de Miraflores», actualmente en la Gemäldegalerie (Pinacoteca) de Berlín; y el «Tríptico de los Siete Sacramentos», en el Koninklijk Museum de Amberes.

Para Gabriele Finaldi, director adjunto de Prado y recientemente nombrado director de la National Gallery de Londres, de las más de cien exposiciones que ha organizado durante los trece años que ha permanecido en el museo «esta es realmente la más extraordinaria».

En su opinión, «los dioses han sonreído y ha sido posible reunir las obras maestras de uno de los artistas fundamentales de la historia del arte, en una exposición cuya semilla fue la restauración de ‘El Calvario'».

A ella se ha unido, recordó Finaldi durante la presentación del Simposio, el poder contar con Lorne Campbell, cuya presencia ha permitido «redactar y preparar un proyecto de gran interés científico».

Disponer del «Retablo de Belén» de la iglesia de Santa María de la Asunción de Laredo; de la colaboración de la Gemäldegalerie para prestar el «Tríptico de Miraflores», obra donada por el rey Juan II de Castilla a la Cartuja de Miraflores en Burgos; y de las obras de renovación del Koninklijk, que han permitido la cesión del «Tríptico de los Siete Sacramentos», son «una serie de circunstancias extraordinarias».

Campbell centró su intervención en la forma de trabajar de Rogier van der Weyden durante los últimos años de su vida a través de obras como «El Calvario», considerada su última pintura; el «Retrato de dama», que se conserva en la National Gallery de Londres; y el «Retrato de Antonio de Borgoña», conocido como «El gran bastardo de Borgoña», en el Museo Real de Bellas Artes de Bruselas.

El experto afirmó que son muchas las preguntas que se pueden hacer en torno a las últimas obras del artista. Así, planteó que la imagen de Cristo que aparece en «El Calvario» puede reflejar el momento de la crucifixión «en un entorno poco probable» o ser «la policromía de un Cristo dispuesto bajo palio».

Respecto a la Virgen y a san Juan bien pueden ser dos personas vestidas de blanco o dos estatuas policromadas. En todo caso, «las tres figuras parecen ser el resultado último de muchísima filosofía concentrada», y en su conjunto la pintura «es distinta a todas las anteriores».

San Juan es una figura que «ha evolucionado a raíz de múltiples representaciones del santo. Las líneas paralelas y verticales de su ropaje le hacen parecer confiado y robusto al contrario de la Virgen».

Con la colocación en la parte superior de la obra de un dosel con flecos verdes, «Van der Weyden ha hecho trampa», según el experto en el pintor, que, en su opinión, también experimentó con la razón áurea, «que le interesaba, al igual que la geometría».

Otra de las características de la última etapa que se aprecia en «El Calvario» es que el color se «restringe tremendamente», quizá para que nada distrajera de la seriedad de la obra y de su dramatismo.

Esta restricción se sitúa frente a pinturas anteriores «en las que había disfrutado con colores suntuosos». En «El Descendimiento», por ejemplo, hay multitud de colores, «todos ellos diferentes para reflejar diversos sentimientos. Era un colorista muy imaginativo».

«El gran bastardo de Borgoña» y el «Retrato de dama» son también ejemplos de «las armonías geométricas excepcionales» de sus últimas pinturas, «en las que no hay ornamentos superfluos y la gama de color es cortísima».

Con todo ello parece que tiene deseos de «efectos sencillos y austeros», lo que logra de forma «memorable» en sus últimos años «en que le preocupan las formas bellas y geométricas y la capacidad narrativa de esa corta gama de color». Madrid, 5 may (EFE).

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