Se estima que los adultos mayores ocupan entre el 20 y el 25 por ciento de los visitantes a los juegos de azar.

La ludopatía, ese deseo incontrolable por jugar dinero de manera persistente y progresiva, y que afecta negativamente a la familia, su economía y su vida personal, está ligado también al consumo de alcohol, tabaco y drogas. De hecho, los estudios indican que el ludópata tiene las mismas reacciones cerebrales de quien padece otro tipo de adicciones, principalmente el alcoholismo.

Las cifras muestran que los adultos mayores ven en los juegos de azar una manera de renovar su vida en cuanto se jubilan. En la mayoría de los casos se trata de personas mentalmente activas que se pensionaron y se rehúsan a llevar una vida tranquila, pues sienten que todavía pueden socializar y manejar sus emociones.

Para la siquiatra Liliana Vargas, la ludopatía está relacionada con un tema anímico. “Quienes llegan a la tercera edad y no tienen un proyecto de vida definido, que han vivido procesos de duelo o que han perdido su pareja y no cuentan con una red de apoyo psicológica, son propensos a caer en este tipo de adicciones”.

Agrega además, que en estos procesos “se estimulan los neurotransmisores cerebrales que tienen que ver con el bienestar anímico que producen las dopaminas, noradrenalinas y serotoninas. Al jugar en el casino o el bingo, la persona tiene un estado de placer momentáneo”, afirma la especialista.

Según estudios, en el 65 por ciento de los casos son mujeres y el 93 por ciento de ellas pierden todo lo que juegan.

Desde 1992, la Organización Mundial de la Salud clasificó la ludopatía como una enfermedad emocional y entró a definirla como una adicción patológica a los juegos de azar y las apuestas.

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El juego cambia con el género

Muchos de quienes acuden a los juegos de azar en la tercera edad ya habían tenido contacto con los casinos entre los 20 y los 40 años. Pero las circunstancias los llevan a creer de manera fantasiosa que un golpe de suerte las ayudará a resolver la situación familiar, de soledad o, incluso, económica de ellos y de sus familias.

Mientras que los hombres encuentran en el juego excitación y emoción, las mujeres juegan para evadir tristeza, dolor, abandono y soledad.

El tratamiento de todo proceso de adicción sugiere que el paciente salga del entorno y sea hospitalizado para estudiar los recursos y mecanismos con los que cuenta a nivel emocional para fortalecerse. Una vez superada la primera etapa, la persona será atendida por consulta externa para hacer un seguimiento ambulatorio. En la mayoría de los casos, es necesario medicar al paciente.

Atentos a las señales

Según la Asociación Estadounidense de Siquiatría, quien cumple más de cinco condiciones debe pedir ayudar profesional:

  1. Pasa mucho tiempo pensando en el juego, recuerda experiencias pasadas o busca maneras de tener más dinero para jugar.
  2. Miente sobre la cantidad de tiempo o dinero gastados en el juego.
  3. Juega para escapar de los problemas, sentimientos de tristeza o ansiedad.
  4. Necesita pedir dinero prestado debido a las pérdidas ocasionadas por el juego.
  5. Quiere apostar cantidades cada vez más grandes de dinero para sentir excitación.
  6. Se siente irritable al tratar de jugar menos o al dejar de jugar.
  7. Apuesta mayores cantidades para intentar recuperar las pérdidas.
  8. Tiene intentos infructuosos por jugar menos o dejar de jugar.

Cómo debe actuar la familia del adicto

El primer paso es informarse. Si ya es clara la situación y se está decidido a no abandonar a esa persona a su suerte, hay que buscar ayuda para manejar la adicción. No hay que volverse tolerante al juego, permitiendo que el enfermo asuma que se exagera la situación. Entonces, no se debe esperar a que el problema sea más grande, ni cerrar los ojos o tener miedo al qué dirán. El entorno es lo más importante para lograr una verdadera recuperación. Cuando el ludópata acepta seguir un tratamiento, su familia debe favorecer la constancia para realizarlo, apoyarlo en todo el proceso, pues puede tardar meses o incluso años salir de una adicción.


Fuente: Revista MedPlus
ED 91
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