Tomada de Internet.

Quejarse continuamente se convierte en algo triste y desgastante. Nos acostumbramos a prestarle más atención a las cosas que no funcionan o a las que amenazan nuestro bienestar, lo que se resume en estrés e insatisfacción frente a la vida que llevamos, en vez de mirar lo bonito de las cosas y ser agradecidos con lo bueno que sí nos ocurre.

Tomada de Internet.

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Si tan solo elimináramos las quejas de lo cotidiano, la salud y actitud cambiarían y mejorarían notablemente.

¿Por qué nos quejamos?

Porque los reproches se volvieron tan naturales que son un hábito y salen de manera automática. Además, somos seres racionales, pero al fin y al cabo animales, entonces si estamos ante un estímulo peligroso o doloroso, se activa el mecanismo de defensa y protección.

La queja es útil en el momento de desahogarse, aunque también funciona como una picadura. Si nos rascamos, sentiremos un alivio en un principio, pero, si seguimos y seguimos rascando, la zona quedará en carne viva.

¿Qué hacer para no protestar todo el tiempo?

Sería sano reducir el número de quejas... Sin embargo, podemos darle un giro positivo a esas lamentaciones que puedan escaparse de nuestra boca.

1. ¿Qué es una queja y qué no?

Hacer observaciones no necesariamente son lamentos. Por ejemplo, «hace mal tiempo», es un comentario. La queja sería, «qué pereza, que desgracia, tengo que salir a la calle con esta lluvia».

Diferenciar los lamentos de las anotaciones es muy simple, solo debejos fijarnos en lo que sentimos cuando los decimos. Si hay malestar, entonces es una queja.

2. Prestar atención.

Deberíamos darnos unos días para observar cada cuánto hay reproches y encontrar las razones verdaderas. Entre más conscientes logremos ser de cada una de las cosas que decimos, será más fácil recortar este tipo de expresiones.

3. Alejar a las personas quejumbrosas.

Si distanciarnos física y emocionalmente de este tipo de personas es complicado, entonces hay que devolver ese rebote con algo positivo.

4. Buscar soluciones. Un «pero» puede cambiar el sentido de lo negativo a lo positivo.

Si se nos cuela una queja no debemos dejarla ahí, en el aire. Hay que solucionar. Es aquí donde podemos buscarle un giro positivo al lamento que acabamos de hacer. «Qué pereza, tengo que salir a la calle con esta lluvia, PERO estoy contento/a porque cuando vuelva…» Así, logramos llevar la atención a lo positivo.

5. Se acabaron los «tengo que» y llegaron los «voy a».

Dejemos de condenarnos. «Tengo que salir a la calle» suena a obligación, en cambio «voy a salir a la calle» se recibe de una forma completamente diferente, se desea hacerlo, sea la razón que sea.

Los cambios sutiles, con el tiempo pueden darnos grandes resultados como dejar de ser negativos, y a la larga, estas expresiones positivas pueden convertirse en hábito y hacernos sentir bien y satisfechos con nuestra vida.

 

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