Así como se desgastan los huesos, los músculos y la piel, la memoria también se altera con el paso de los años, un proceso que hace parte del envejecimiento normal del ser humano.

Los cambios físicos a lo largo del tiempo influyen en su integridad, como “la disminución de la circulación, la oxigenación y la cantidad de nutrientes que se pueden aprovechar en el cerebro. Cuando se envejece, estos elementos son difíciles de mantener por los cambios vasculares y las condiciones físicas y enfermedades anexas”, explica la geriatra María Francisca Echeverri, asesora de envejecimiento y vejez, y expresidente de la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría.

Pero lo que más perturba la memoria, añade, es la falta de interés por lo que rodea a la persona y, por ende, la falta de atención, la depresión o las pérdidas, que también afectan esta capacidad de recordar. La falta de actividad física, mental y afectiva, incluso, influyen en este tema. Entonces, no todos los adultos por el hecho de envejecer, pierden la memoria. Y, según a especialista, no se tiene una edad en la que esta comience a fallar.

No obstante, la fonoaudióloga María Fernanda Lara, docente y coordinadora del Centro de la comunicación humana de la Universidad Nacional de Colombia y doctora en psicología en ciencia cognitiva y lenguaje, la pérdida se ve generalmente “a partir de los 55 a los 60 años, pero esto varía según el tipo de actividad que la persona realiza. Si se mantiene activa y trabajando, es probable que la memoria funcione mejor, mientras no tenga patologías asociadas”

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Las señales normales que indican la falta de memoria son el olvido de citas, de nombres, de personas o de algunos espacios; por ejemplo, del lugar donde se dejó algo. La persona nota esas dificultades pero es capaz de manejarlas, indica el neurólogo Leonardo Palacios, decano de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario.

La doctora Lara señala que un adulto sano puede tener dos o tres veces estos olvidos a la semana y no hay problema; incluso, cuando tiene dificultades de atención desde la infancia y los aprende a manejar. Pero, “si en un día se tienen cinco olvidos importantes, si se quedan más de cinco palabras en la punta de la lengua; si un procedimiento que realizaba ya no lo puede hacer, es una señal de alerta”. O cuando el problema interfiere con las actividades labores o sociales.

Ahora, se debe tener en cuenta que cuando ya existe una pérdida de la memoria, esta también es un síntoma de varias enfermedades. Las más conocidas son las demencias y la depresión. Por eso, es fundamental consultar ante esas primeras fallas detectadas.

Además, hay personas que son más propensas a perder la memoria que otras, como las ‘olvidadizas’, siendo una característica propia de cada quien y, dice el doctor Palacios, esto no quiere decir que padezcan de alguna enfermedad.

Lo más recomendable es que, cuando un adulto mayor empieza a notar fallas en su memoria, acuda a su médico. Según la doctora Echeverri, “se debe descartar si se relaciona con alguna situación especial o enfermedad. También, debe comenzar con ejercicios de atención y concentración. Con disciplina de espacios (debe tener y definir lugares para depositarlas llaves, la cartera, la billetera etc.). Recordar con listas los teléfonos, las fechas especiales. Lo más importante es contarles a las personas más cercanas y pedir colaboración en los ejercicios. Tratar de no afectarse cuando se le corrija y, cuando se haga, ser muy suaves, pero oportunos”.


Fuente: Revista MedPlus
ED 90
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Redacción Minuto30

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