El Museo Nacional de Bogotá inaugura mañana la exposición «Del Costumbrismo a la Academia» que explora la construcción nacional a través del arte del siglo XIX e inicios del XX con el marco de la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes como fondo.

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Esa transición de la obra artística previa a la creación de la Academia y el esfuerzo homogeneizador posterior a su nacimiento en 1886 marcan los dos ejes de una muestra que recibe al visitante como la Escuela lo hacía con sus alumnos, con una obra de Gregorio Vásquez, en este caso el Martirio de San Esteban.

Con obras del trabajo artístico previo a la Academia se inicia una muestra que recoge imágenes de la cotidianeidad colombiana que ya tiene rasgos de construcción de una identidad nacional, objetivo que se mantiene en la época artística iniciada tras 1886 con los cánones establecidos por la Escuela.

«En términos generales (la Academia) aportó al arte colombiano la constitución del cambio, profesionalizó la práctica artística, la convirtió en una profesión digna y respetable. Le dio una estructura cientifista a la enseñanza y al pensamiento sobre el arte», explicó el curador de la exposición, Miguel Huertas.

Esa profesionalización en el caso de Colombia, donde la institución nació con más de un siglo de retraso con respecto a París o Madrid, estuvo vinculada al proyecto denominado en el país como «Regeneración», movimiento político nacido en contraposición a la Constitución de 1863 y de «carácter conservador».

Su impacto, según explicó Huertas, introdujo el sistema académico de enseñanza del arte y condenó a Colombia «a seguir un modelo cuyos fundadores sabían que era imposible de alcanzar».

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En este sentido afirmó que la Academia, nacida originalmente en Francia, no pudo desarrollarse en la misma escala porque no había «recursos para instalar un sistema análogo».

«Las manifestaciones costumbristas (previas) eran más modestas, probablemente menos estructuradas como sistema. Pero eran nuestras», apostilló el curador en referencia a las obras que inician la exposición, elaboradas antes de la explosión homogeneizadora de la Academia.

Ese cambio de estilo que enfrenta a la tradición costumbrista colombiana con los estándares llegados de Europa lo marca en la exposición un poema de José Manuel Groot que reflexiona sobre esos nuevos estándares de pintura.

Entre las obras que representan esa parte hay una gran hegemonía del desnudo, que va desde el bello cuerpo de una joven al de un anciano acuciado por los estragos de la edad, así como formas neoclásicas y, sobre todo, temática histórica.

Entre esas pinturas destaca «La mujer del Levita en los montes de Efraín», de Epifanio Julián Garay, que evoca la historia bíblica que indujo a la guerra a las doce tribus de Israel y que terminó con la instauración de un poder centralizado.

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Ese relato y esa obra suponen, en opinión de Huertas, «una metáfora» de como la Academia sirvió a las élites colombianas de la época que quería avanzar hacia un modelo más centralizado que emula al israelita.

«Los historiadores del siglo XIX eran menos ingenuos de lo que pensamos hasta ahora. El discurso de la historia patria fue creada en el siglo XX», explicó Huertas en referencia al tratamiento de esa ciencia humana por los pintores decimonónicos.

Sin embargo la exposición, que estará abierta hasta el 15 de febrero, va más allá de esa visión de la Academia como uniformizadora y refleja la flexibilidad introducida con obras como «El lavadero sobre el Sena», de Andrés de Santa María, que apunta en una imagen de la vida cotidiana parisina algunos de los elementos que conformaron las vanguardias.

«La Academia está permanentemente a la búsqueda del modelo ideal que es ajeno a nosotros. Incluso dentro de la academia mas radical siempre se pensó que había una construcción original y personal, algo que asimilamos muy fuertemente y eso nos condena al anacronismo», afirmó Huertas.

En su opinión esa contradicción colombiana que se presenta en la exposición implica que el país puede estar muy enterado de «lo que se presentó ayer en París, pero siempre estaremos un paso atrás».

Por ello y, sobre todo, por la uniformización, la exposición es también un «homenaje al adversario» que ha incluido en su seno a las vanguardias y a las tendencias nacidas desde el siglo XVIII.

«Creo que no hemos sabido ver con claridad que el sistema académico es tan poderoso, tan inteligente, que ha sido capaz de absorber a todos sus enemigos», concluyó.EFE

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Redacción Minuto30

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