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Diez directores latinoamericanos aportan su mirada «personal» al tema de la deserción escolar en ‘El aula vacía’, una cinta que busca visibilizar este problema en América Latina, donde la mitad de los jóvenes no termina la educación secundaria.

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Bajo la dirección artística de Gael García Bernal, los cineastas, provenientes de siete países distintos, recorren el continente poniendo su atención en algunos de los obstáculos que dificultan la continuidad de los estudiantes.

Todos ellos, indica la productora del filme, Gador Manzano, están «comprometidos» de alguna forma con su tema, que les toca de manera personal o con el cual les vincula una historia.

Así, la salvadoreña Tatiana Huezo plasma los problemas de violencia y seguridad que dificultan que los niños de su país acudan a la escuela, o el argentino Pablo Fendrik explora por qué aquellos que van a centros rurales acaban cursando, por lo general, menos años de escolaridad.

Todos los temas latinoamericanos representados en la película «se parecen mucho, y están muy en relación con la pobreza y la falta de un Estado fuerte que no permita que estas historias sucedan, o países donde no hay ley o la ley es un grupo militar», remarca el director Carlos Gaviria.

Gaviria refleja un espinoso tema que afronta su tierra natal, Colombia, el reclutamiento armado de menores, a través de un corto ficcionado, pero basado en historias reales.

«Las buenas intenciones», como se titula su fragmento, nació del interés del cineasta tras leer una noticia sobre las alarmantes cifras de niños y niñas que son captados por diferentes grupos armados, una cuestión que no es exclusiva de su país, sino que «tiene mucho que ver con todos aquellos donde hay una violencia generalizada».

«En Colombia, la guerra es hecha en su mayoría por niños, son un 70% de los combatientes, estaba muy impresionado», recuerda Gaviria.

Por su parte, la directora mexicana Mariana Chenillo reflexiona con «Hugo» sobre la exclusión que sufren los niños mexicanos con algún tipo de discapacidad, y en especial los sordos, quienes conforman un grupo «particularmente vulnerable», al enfrentar «un bajo grado de escolaridad y un manejo muy pobre del idioma».

La cineasta, quien ha estado involucrada desde hace tiempo en el trabajo con niños sordos, centra su historia, rodada en formato documental, en Hugo, un niño con estas dificultades al que conoció hace 12 años.

«El tema de la sordera y el lenguaje es fundamental y no está resuelto; se les hace muy difícil incluirse y saber lo que está pasando en la comunidad», así como aprender el español, subraya la directora de «Cinco días sin Nora».

Esta película participa en la sección oficial del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, que se celebrará del 6 al 15 de marzo y donde compite por alzarse con el Premio Mezcal a la mejor película mexicana.

La presencia en el festival de «El aula vacía», promovida por Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dentro de su iniciativa «Graduate XXI», puede ayudar a que el público tome conciencia de la situación.

«Es importante porque es un buen foro para hablar en sitios diferentes y llegar más fácilmente a otros sectores de la sociedad, más artísticos, intelectuales y también a la gente de la calle», comenta Manzano.

«Aunque los datos son claros, hay una sensación de que esa información no permea en todos los niveles de la sociedad», añade.

«Somos mucho más sensibles a aquello que conocemos, y el cine proporciona un tipo de conocimiento que no es intelectual sino emocional, para poder ponerte en el lugar de alguien más, que haya empatía», subraya Chenillo.

Mientras Gaviria invita a romper las «barreras de la segregación», la directora recuerda que la sociedad tiene «la responsabilidad de presionar y vigilar que los Gobiernos y las instituciones cumplan con dar las oportunidades de educación a los jóvenes de Latinoamérica». México, 5 mar (EFEMEX).

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