El gobierno de los Estados Unidos al incluir en la lista negra por narcotraficante al vicepresidente venezolano, Tareck El Aissami, está mandando un mensaje claro, cuya lectura determina una revisión en la política antidrogas que ha impulsado durante años el país norteamericano, en donde el combate frontal al narcotráfico iría fundamentalmente en contra de los países productores, y desde luego con una persecución furibunda a las bandas que propician ese flagelo.

El vicepresidente Tareck El Aissami es un marxista enfermizo, que en su juventud fue influenciado por el hermano de Hugo Chávez, Adán, quien es un comunista totalitario redomado, además al vicepresidente venezolano se le acusa de ser amigo de grupos terroristas del medio oriente como el Hezbolá que actúa en el Líbano, y también de ser muy cercano al integrismo islámico de Irán, por lo cual es ubicado como un personaje peligroso para Norteamérica; y ante los señalamientos que le hace el gobierno de Trump, el segundo del régimen venezolano sale a repetir como un loro la monserga del anti-imperialismo y la revolución, resaltando que para los marxistas de distintos ropajes su discurso sigue siendo muy esquemático y reducido.

A Venezuela se le ha señalado como la autopista del narcotráfico con el cartel de los soles, pero no solo por ser un negocio lucrativo para enriquecer a la camarilla chavista, sino que desde la óptica marxista tiene su carga política e ideológica en su lucha contra el “imperio”, de ahí precisamente es que el tirano Fidel Castro llegó a afirmar: “que así como el opio sirvió para las guerras coloniales en Asia. Entonces nada más justo que los pueblos devolvamos esa acción como venganza histórica”, por ello en la década de los ochenta del siglo pasado el gobierno de Cuba estuvo involucrado en el tráfico de cocaína hacia USA con el cartel de Medellín, pero Fidel Castro se lavó las manos siendo un asunto del alto gobierno de la isla.

Ante esa situación tan comprometedora con la superpotencia, el tirano cubano utilizó como chivos expiatorios al general Arnaldo Ochoa “héroe de Angola” y a otros tres militares, quienes fueron fusilados el 14 de julio de 1989, para no tener problemas mayores con el gobierno de USA, por esto se tiene que decir sin vacilaciones, que la mafia también es inherente al marxismo leninismo y que en Venezuela se presenta como chavismo.

A la mafia siempre se identifica con los negocios criminales para el enriquecimiento de unas pandillas, tomándose quizás únicamente desde el punto de vista económico, sin embargo por su prosapia al marxismo que ha sido la organización criminal más grande conocida en la historia, se puede considerar como una gran mafia en donde sus capos o principales jefes no solo buscan el lucro económico, sino el poder político eternamente, con dictaduras sanguinarias que deshonran a las naciones, que es lo que implementa la cáfila castrochavista en Venezuela, con la mezcla de política y narcotráfico.

El gobierno de Trump al acusar al vicepresidente de Venezuela de narcotráfico y de lavado de activos, y recibir en la Casa Blanca a Lilian Tintori esposa del preso político, Leopoldo López, le está haciendo saber al régimen oprobioso del país vecino que las cosas no las va a tener nada fácil con la administración gringa, en donde dichas acciones se pueden agravar si el presidente Trump ordena no comprar más petróleo venezolano por parte de EEUU, subrayando que el 90% de los ingresos reales provienen de los cerca de 800 mil barriles diarios que vende Venezuela a USA, lo que llevaría a una crisis absoluta en esa nación que desgraciadamente dirige una banda narcocomunista.

El replanteamiento de la política antidrogas de EEUU, también tiene que llevar al gobierno colombiano a entrar a reconsiderar la lucha en contra de los cultivos ilícitos, que en los últimos 6 años pasaron de 40 mil hectáreas a 200 mil, sin olvidar que la narcoguerrilla de la Farc ha sido la principal animadora de ese incremento al amparo de los diálogos de paz con el gobierno, por lo tanto el compromiso de Colombia se tiene que tornar bastante eficaz para combatir la producción de cocaína, pues las sanciones impuestas al vicepresidente Tareck El Aissami puede ser la punta del iceberg para un nuevo escenario antidrogas.

Desde principios de la década de los setenta del siglo XX, la administración de Richard Nixon en EEUU declaró la guerra en contra de las drogas, que para muchos es una batalla perdida, ya que el control de la producción, distribución y consumo en cambio de disminuir se fortalecen, quedándose el porcentaje más grande del negocio en el sistema financiero internacional, pero una parte va a parar a las manos de los capos que la producen y trafican, por lo cual no sería nada raro que la administración de Trump, le reclame a países como Colombia y Venezuela la devolución de los dineros que salieron de EEUU por consumo desde hace décadas; por eso hay que abrir bien los ojos con un tema tan álgido, en donde los bramidos y alaridos de los jefes de la caterva del socialismo del siglo XXl venezolana de poco van a servir.

La mafia chavista que ha convertido a la patria de Bolívar en su hacienda, no puede seguir creyendo que su régimen será por los siglos de los siglos, recordando que Hitler era más modesto y decía que su tercer Reich duraría 1000 años. Entonces lo del vicepresidente de Venezuela con relación a las sanciones que le aplicó el gobierno norteamericano, está demostrando que se avecinan grandes eventos que cambiaran en buena medida el panorama político Latinoamericano, en donde la libertad y la democracia deben salir fortalecidas, frente al totalitarismo marxista leninista que engaña con diferentes disfraces.

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Redacción Minuto30

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