Está en nosotros amar lo que queremos, amar es una decisión, es dedicación y entrega, implica dar y recibir, según la Dra. Paola Correa, psicóloga adscrita a MedPlus Medicina Prepagada “dar y recibir amor incrementa los niveles de auto concepto y autoestima, ayuda a edificar y estructurar la personalidad, impulsa metas y en general el proyecto de vida en los seres humanos”.

Sin embargo existe un amor que no se decide dar: el de la familia, no se decide porque es innato y como bien dice el dicho “la sangre tira”, amar a la familia no es una imposición ni una decisión, simplemente se da. Los padres aman a sus hijos, son su propia creación: nacen de su ser, igualmente los hijos aman a sus padres, es un círculo de vida.

El amor se construye desde los primeros años y como todas las vivencias es la base de un proceso de aprendizaje, la forma de percibir el amor parte del hogar y la manera como los padres enseñe a sus hijos, de lo que ellos ven y viven, dependerán sus relaciones en el futuro. Por tal razón, es importante mostrar a los hijos amor incondicional de padres y entre padres, de nada sirve demostrar a los hijos un cariño especial cuando la relación de pareja resulta irrespetuosa y fría.

El amor en la familia maneja el amor de pareja, el amor materno, paterno y el amor de hermanos, es importante amar y sentirse amado porque el amor “se constituye tal vez en el más fuerte y motivante de los sentimientos, tiene un impacto positivo directo sobre el estado de ánimo de las personas, la motivación. La energía, el afecto y el desempeño de las labores cotidianas”.

Quien vive en un ambiente familiar saludable y armonioso, en donde se da y se recibe amor, crece con una salud mental y una seguridad mayor que aquellos que no lo han tenido, ya que desafortunadamente pueden causar todo tipo de conflictos internos y traumatismos que inciden en los rasgos de la personalidad de cada individuo.

“Los padres tienen una gran influencia en el afecto, la emoción y el comportamiento de sus hijos. Las habilidades para dar y recibir amor, y las mismas expresiones de afecto son conductas aprendidas desde la infancia temprana en el seno de las familias” razón por la cual la Dra. Correa considera como relevante la actuación de los padres, ya que son ellos los encargados de que la experiencia de amar sea una fuente de gratificaciones para el niño en desarrollo y posteriormente para el adulto.

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El amor propio como base

Los padres deben enseñar a sus hijos a autovalorarse como personas para que de igual forma puedan hacerlo con quienes lo rodean, y como lo dice la Dra. Correa no cometer el error de “satanizar” el amor propio como un concepto narcisista, ya que no se puede amar a los demás, desconociendo que solo podremos amar a otros, partiendo del amor hacia nosotros mismos. Es por esto, que el amor de padres debe también proyectarse a través de las enseñanzas para con los hijos, construyendo un autoconcepto fuerte que permita que las relaciones futuras no afecten la personalidad de quien las vive.

La familia la base de todo

El amor se aprende desde el hogar, pues de allí parten todas las relaciones interpersonales que emprendamos durante el transcurso de nuestras vidas. Según Correa “Se dice que la familia es la escuela del amor porque desde allí se empieza a gestar lo que el ser humano concebirá posteriormente como el amor y la primera fuente de este sentimiento se obtiene de los padres. Un ambiente familiar en donde el niño perciba su amor influirá de manera decisiva en su personalidad y bien sea por existencia o carencia del mismo, siempre las relaciones entre miembros de la casa determinan valores, afectos, actitudes, conducta y modos de ser que el niño va asimilando desde que nace. Por eso, la vida en familia es un eficaz medio educativo para las expresiones de afecto y la vivencia posterior del amor con y hacia otros”.

El amor basa su pureza en la calidad de dar sin esperar nada a cambio, es incondicional, más no unilateral, es por esto que la familia como base de la sociedad debe estar fundada sobre cimientos de amor recíprocos, basados en el respeto hacia los padres y de los padres hacia los hijos, de manera que se erijan como herramientas que ayuden a superar las adversidades, creando ambientes equilibrados y armónicos, en los cuales puedan relacionarse de una mejor manera.

No hay secretos para lograr el amor perfecto, es una cuestión de actitud, basado en la premisa de los buenos sentimientos y de los valores que nos permitan ser mejores personas, capaces de compartir y producir amor.


Fuente: Revista MedPlus
ED 91
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